— ¡Suéltala ahora! — ruge Miguel, su respiración pesada y ronca, sus ojos clavados en Sasha, pero el hedor de la magia negra y la presencia de los lobos solitarios le impiden actuar con imprudencia. Siente cada fibra de su cuerpo gritar por la lucha; su hembra está atrapada y vulnerable, y no puede permitir que el ritual continúe. Necesita sacarla de allí.
Melody no reacciona, sigue concentrada en el libro que sostiene Luna Cimex Mara, recitando cada palabra con precisión y frialdad. Su postura es rígida, su mano agarra firmemente la daga. Las palabras que salen de su boca son incomprensibles, pero llevan una energía opresora, como si absorbieran el aire a su alrededor.
— Oh, Genuino, al fin llegaste — la voz de Lukan corta el ambiente, cargada de sarcasmo y desdén, una sonrisa siniestra juega en sus labios, pero no mueve un músculo para levantarse del altar, sus ojos fijos en Sasha, esperando ansioso la transferencia de poderes. — Solo faltabas tú para el espectáculo.
Miguel aprieta