LISSANDRA
Desperté envuelta en calor.
Mi cuerpo entero dolía… pero era ese dolor delicioso que te deja una noche donde el alma se entrega sin reservas y sientes que el hombre que amas te desea más que a nada.
Un suspiro se escapó de mis labios antes de abrir los ojos. Toda yo olía a él. A su piel. A su perfume, su respiración calmada junto a la mía no mostraba la locura que habíamos desatado horas atrás entre besos, jadeos y promesas susurradas en la oscuridad.
Me moví apenas, y el ardor entre mis muslos me recordó cada momento con brutal claridad.
Ash…
Mi esposo, mi obsesión, mi verdugo y mi paz. El hombre que jamás tiene suficiente de mí.
Tenía un brazo rodeándome la cintura y el otro bajo mi cuello, como si incluso dormido necesitara asegurarse de que no escapara. Me tenía prisionera… y yo no quería ser libre.
Me giré lentamente y lo miré.
Dios… cómo podía ser tan perfecto incluso dormido. Su pelo revuelto, sus pestañas largas, sus labios apenas entreabiertos, su pecho desnudo subi