Capítulo 32.
El siguiente movimiento del hombre fue impredecible para Oleika, el extendió sus manos de forma contundente tomándola de los hombros para meterla en la cabaña arrojándola directamente a la cama.
Oleika cayó sorprendida dejando salir un jadeo ante la impresión.
“Espero que esto no sea algo peor que los escorpiones de fuego” pensó en un momento desesperado.
La puerta volvió a cerrarse con un estruendo y ese enorme hombre deforme, comenzó a caminar de forma amenazante con un aura poderosa envolviéndolo.
Sus pasos pesados, su pose autoritaria y su mirada maquiavélica eran algo aterrador.
Oleika había decidido mantenerse tranquila, o mínimo aparentarlo.
Carraspeó limpiando su garganta para comenzar a hablar.
— Muchas gracias señor— comenzó ella con la voz temblorosa— por ayudarme solo necesito un momento para que los escorpiones de fuego se vayan, y le aseguro… le aseguro —dijo con tono serio mirándolo a los ojos y levantándose de la cama con movimientos controlados— que me iré de aquí.
E