C6: PERDER ALGO QUE AMAS.

C6: PERDER ALGO QUE AMAS.

Kiara entreabrió la puerta del baño, espiando hacia el auto desde la rendija.

—Nos vemos en la estación de autobuses vieja, por la avenida Northwood. Estaré allí en diez minutos. No te tardes, ¿de acuerdo?

—No lo haré, nena… voy por ti.

Más tarde ese día, el grito de Eros irrumpió en toda la sala, su mirada ardía por la furia contenida.

—¡¿Cómo carajo pasó esto?! —rugió con una voz que heló la sangre de todos en la sala.

Los dos guardaespaldas que escoltaban a Kiara temblaban visiblemente. Uno intentó hablar, pero Eros ya estaba encima de él.

—¡¿Dónde m****a está mi hija?!

Sin darle tiempo a responder, le asestó un derechazo directo al rostro. El hombre cayó contra el sofá, sangrando del labio y el otro retrocedió, pálido, pero Eros lo agarró del cuello de la camisa.

—¡Inútiles! ¡Para qué les pagó, ¿eh? ¿Para qué?

—S-señor… ella nos dijo que iba al baño… no pensamos que…

—¡No pensaron!! ¡Ese es el maldito problema!

Lucy apareció en la sala, pálida, la expresión desencajada.

—¿Qué está pasando?

Eros se giró, los ojos inyectados de ira y miedo.

—Kiara desapareció, conejita.

Ella se quedó congelada un segundo y luego, cuando Aria aparecía, tomada de la mano de su hermanito de seis años, corrió hacia ella.

—¡Aria! ¿Dónde está tu hermana? ¡Dímelo, por favor!

Aria abrió los ojos sorprendida, sin entender del todo.

—¿Qué? ¿Qué pasó?

—¡Te lo ruego, Aria! —la sujetó de los hombros con desesperación, temblando—. ¡Dime que sabes dónde está!

—Mamá, yo… ¡lo juro! ¡No sé nada! —dijo con voz temblorosa—. ¡Yo no sabía que Kiara iba a hacer algo!

Lucy retrocedió un paso y sus ojos se llenaron de lágrimas.

—Aria… te lo ruego… —susurró, rota.

—¡Lo juro, mamá! ¡Lo juro por Dios! —repitió Aria con voz entrecortada.

Eros dio un paso hacia el centro de la sala, respirando con fuerza, apretó los puños. Estaba a punto de ordenar que cerraran todas las salidas, de llamar a su equipo privado de rastreo, cuando su teléfono vibró.

Miró la pantalla y era un mensaje de un número desconocido.

Frunció el ceño.

1 archivo de video recibido.

Presionó “play”.

La imagen cargó, y allí estaba.

Kiara.

Vestía ropa informal, el cabello recogido, con una sonrisa firme en el rostro y sus preciosos ojos mostrando determinación.

—Hola, papá. Mamá.

Lucy se tapó la boca al verla y Aria dio un paso atrás, paralizada.

—Sé que están furiosos… pero ya soy mayor de edad. Y no necesito permiso para vivir mi vida. Amo a Landon. Y… me casé con él.

En la imagen, Kiara alzó la mano y mostró el anillo que brillaba en su dedo. Lucy jadeó, negando con la cabeza.

—No… no… no puede ser…

Eros apretó el teléfono, pero no dijo nada. Aún.

—Les juro que no lo hago por rebeldía, sino porque por primera vez en mi vida, decidí por mí. Por favor, respeten eso… los amo. De verdad. Pero esta… es mi decisión.

Hizo una pausa y sonrió.

—Y por favor… no culpen a Aria. Ella no sabía nada.

El video se cortó.

Y solo quedó un silencio brutal.

Lucy cayó de rodillas, sollozando en seco, abrazándose el pecho como si le doliera respirar. Y Aria se cubrió la boca, sin poder procesarlo, su hermanito tiró de su mano.

—¿Ya no vamos a ver más a Kiara?

Aria no respondió. No podía.

Eros bajó lentamente el teléfono y lo miró un segundo, como si intentara encontrar la forma de revertirlo todo. Luego, sin previo aviso, lo estrelló con violencia contra la pared y el sonido del impacto hizo que todos se sobresaltaran.

Se giró hacia Lucy y la abrazo, cuerpo vibraba de furia, pero sus ojos estaban rojos.

En otra parte, Kiara guardó el teléfono con una sonrisa y Landon la miró, esperándola.

—Listo, esposo… —le dijo con una risa ligera.

Él le acarició la mejilla y la besó con calma y ella cerró los ojos, entregándose al beso. Pero antes de que el tocara sus labios, él sacó una jeringa.

—¿Qué haces?

No hubo respuesta, la aguja entró en su cuello con precisión.

—L-Landon… —murmuró ella, con los párpados pesados—. ¿Qué…?

Se desvaneció en sus brazos y en cuanto lo hizo su expresión cambió por completo, viviéndose fría y vacía.

Dos hombres vestidos de negro entraron al camarote del jet privado.

—¿Qué hacemos con ella?

Landon la observó en silencio, acariciándole el rostro dormido.

—Llévenla a mi habitación, el viaje será largo.

Los hombres asintieron y se la llevaron con cuidado. En ese momento, apareció el piloto.

—Listo para despegar, señor.

Landon no contestó, solo se giró hacia la azafata.

—Tráeme un whisky, hoy quiero celebrar.

—Sí, señor.

Un minuto después, el vaso estaba en su mano. Caminó hasta la ventanilla del avión, viendo cómo París se alejaba a lo lejos, iluminada y ajena a lo que acababa de ocurrir.

Sonrió con calma y a la vez con crueldad.

—Prepárate, Eros… porque ahora sabrás lo que se siente perder algo que amas.

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