Amaya no fue a entrenar al día siguiente de su regreso.
Pasó por el comedor y tomó un desayuno ligero, mucho después de la hora habitual, todo para evitar encontrarse con sus compañeros élite. Luego bajó al área médica. Después de todo lo que había pasado, le ordenaron acudir a un chequeo físico y ver si tenía lesiones de gravedad.
La cazadora siempre se sorprendía cuando ingresaba al área científica. Era como entrar a otro mundo. Paredes de un blanco impoluto, vidrios blindados en las ventanas y puertas que se abrían con reconocimiento dactilar, facial u ocular dependiendo del nivel de confidencialidad.
—¡Ah!, Amaya llegaste. En un momento te atiendo.
Su chequeo lo realizaba el mismo doctor Branson en persona, jefe de la división médica. A pesar de que su puesto importante siempre se encargaba de ella. Era por decirlo así, su médico de cabecera y Amaya le tenía confianza.
Mientras esperaba, la cazadora veía como varios médicos y científicos se movían de aquí para allá concent