Capítulo 25

Cubrí mi boca con la manta para evitar que las carcajadas se escucharan en el pasillo. Me encontraba en plena lucha de chistes con Tomas Galger en su cama.

—Es…es tan malo que da risa —logré decir.

Era mi turno de decirle un chiste y le conté uno de los primeros que se me ocurrió.

Mientras el loco de mi chiste escuchaba salsa yo me deleité escuchando la risa de Tomas. Su risa estaba tan llena de vida, debía reír más y no me refería a sonreír, si no a reír de verdad, justo como ahora. A verdaderas carcajadas. 

—Deberías actualizar tu lista de chistes, son malos y viejos —criticó.

Disfrutaba sintiéndome compartir risas con él, recién despiertos, con nuestros alientos apestosos y ojos hinchados. Era perfecto. Aunque nuestros alientos no apestaban.

Respiré cansada, mi panza estaba comenzando a

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