El sol de la mañana filtraba su luz dorada entre los altos ventanales del invernadero, pintando destellos sobre las piedras blancas del sendero. Lady Violeta Lancaster permanecía sentada en un banco de mármol, con un libro abierto sobre su regazo, aunque hacía varios minutos que no leía una sola línea. Sus ojos estaban perdidos en el reflejo del agua de la fuente, donde los lirios comenzaban a abrirse con tímida elegancia.
Parecía tranquila.
Pero la calma en Violeta era casi siempre una actuación.
La noche anterior no había dormido bien. La visita a la reina madre, la conversación con doble filo, la amenaza invisible... todo eso la había dejado con el cuerpo tenso y la mente en guerra. Y ahora, bajo el tibio sol matutino, intentaba recordar su propósito: sobrevivir. Seguir un paso por delante de la historia. No encariñarse. No confiar.
Y justo entonces, el sonido de unos pasos la obligó a levantar la mirada.
El príncipe Leonard de Theros caminaba hacia ella.
Estaba impecable como siem