Mía
Mi padre no parece enfadado, pero he aprendido a la fuerza que no puedo fiarme de él. Salimos del baño, pero no podemos avanzar mucho más, hay ocho enormes hombres con las pistolas en las manos apuntándo a mi padre.
Uno de los hombres de Marcus se hace a un lado y aparece mi marido junto con los tres hombres con los que hablaba en la mesa. Todos llevan pistolas ¿Es qué aquí no hay nadie normal? ¿Todos pertenecen al mismo gremio?
- Querido suegro ¿quieres morir? - Marcus llega hasta nosotros y arranca el agarre de mi padre de un tirón - No la toques con tus asquerosas manos.
Me llevo la mano al antebrazo, lo tengo dolorido por la fuerza con la que mi padre tiraba de mi.
- Solo quiero hablar con mi hija ¿desde cuando eso es un delito?
Me quedo petrificada observando a mi padre ¿puede que esté arrepentido? Si es así, es la mejor noticia que me podrí