Capítulo veintidós

Arturo se encontraba solo en su casa. Se había metido dentro ni bien vio que Bartolomé quería saludarlo, al menos a lo lejos. No sabía qué pensar de él, luego de todo lo ocurrido.

Después de ver a Bartolomé dentro de su casa, decidió cambiarse e irse. Caminó numerosas cuadras sin parar y fumando. No se detuvo en ningún momento. Solo le interesaba llegar a un lugar.

Finalmente, llegó a una casa donde se podía notar fácilmente, desde el exterior, un gran lujo.

Abrió la puerta. Sacó una bolsa del bolsillo de su campera. Cerró la puerta y fue hacía una habitación.

Allí se encontró a una persona dormida, con bandas en el pecho que cubrían una herida. Esa persona, se despertó por el movimiento de Arturo.

-No, Sr. –dijo Arturo-. No se mueva, usted tiene que descansar.

-¿Qué hacés acá Ambrosio? –preguntó el Sr. Rodríguez.

-Traje los medicamentos que vuestro médico os ha pedido.

Rodríguez reía y Art
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