Bartolomé manejaba de una forma muy acelerada. A pesar de eso, sabía que no chocaría. Sin embargo, su corazón latía a mil por hora. Estaba muy nervioso. Sabía perfectamente todo lo que iba a decirle a Filomeno. Pero a su vez, tenía miedo que los nervios le jugaran una mala pasada y terminara cometiendo errores imperdonables.
Luego de estar unos minutos manejando, llegó al lugar. Estacionó su Chrysler 65. Vio a Filomeno y no pudo evitar recordar aquel momento donde se apuntaron mutuamente con sus respectivas armas. Esta vez, no sería así. O al menos así pensaba Bartolomé Craviotto.
Se acercó hacía su superior. Le tendió la mano para saludarlo. Luego de saludarse encendieron ambos un cigarrillo y comenzaron a fumar. Los nervios de Bartolomé no podían ser calmados.
-Espero que hayas cumplido con lo que te pedí –recordó Filomeno.
Bartolomé exhalaba el humo del cigarrillo como si tratara de aparentar una tranquilidad que no existía en ese pre