Capítulo dieciséis

Bartolomé estacionó su auto, el cual fue observado muy detalladamente por su superior en el momento en el que estaba bajando del mismo.

Filomeno estaba a una gran distancia de donde estacionó, lo cual le llamó más la atención. ¿Por qué querría estar en un terreno baldío donde no hay personas? Creía que quizás era un lugar de reunión, para evitar la injerencia de cualquier persona ajena al proyecto revolucionario de los militares.

Al fin y al cabo, debía confiar en su superior por dos razones: por un lado, para continuar con el trabajo. Por el otro, no le quedaba elección.

Bartolomé se fue acercando para darle la mano en forma de saludo a su superior. Sin embargo, Filomeno sacó un arma de su pantalón y comenzó a apuntarle.

Bartolomé no sabía qué hacer, no entendía por qué le estaban apuntando con un arma. En ese momento, comenzó a pensar en muchas cosas. En su papá, en Nélida y en su trabajo. ¿Habré sido descubierto? Se preguntaba.

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