Flor Pérez
Después de casi 4 horas de vuelo, vamos viendo cómo la ciudad de México se comienza a divisar.
Al mirar lo enorme que es, me trae buenos y malos recuerdos, los cuales quedan inmediatamente descartados, cuando una manita sostiene mi mano al descender.
- Mami… -dice Samy con voz temblorosa.
- ¡No pasa nada mi cielo! Cuenta hasta diez, y ya verás que pronto estaremos abajo. -digo tratando de distraerla.
- Uno… Dos… Tres… Tres… -Escucho cómo trata de contar, pero el zangoloteo la pone aún más nerviosa.
Al otro lado del pasillo, está Michael con Ángel, el cual no parece verse afectado por el zangoloteo.
Tal como lo he pensado en otras ocasiones, me recuerda a su padre. No quiero exagerar, pero en ocasiones creo que es como si lo hubiera clonado y tuviera su versión en chiquito.
Luego de aquel aterrizaje, llegamos a la sala de espera… Michael va por el equipaje y de manera magistral se las arregla para cuidar de Ángel al mismo tiempo, mientras que yo cuido de Samy y llamo a mi her