Flor Pérez
Tan pronto como lo veo estacionarse frente a la casa, siento un enorme hueco en el estómago, no sé cómo reaccionar. Creía que sería fácil, pero no, nada de eso, mis hijos dan brincos de felicidad y aún no le conocen, él estaciona su camioneta frente a las escaleras y desciende.
Mis hijos, al verlo, en un principio se quedan sin palabras, luego reaccionan y la primera en hablar es Samanta.
- ¡Wow! ¿Él es papá? -dice con sorpresa.
- Papá es muy alto… -dijo Ángel cubriéndose con mis piernas.
Esta reacción no me la esperaba, él normalmente suele ser el más intrépido, pero verlo y sentir cómo me aprieta las piernas me indica que Christian ha logrado intimidarlo.
Su padre, al verlos, por unos segundos, se queda parado, pero reacciona y comienza a subir los escalones. Casi al llegar a nosotros, se detiene, nos mira y Samanta se adelanta.
- ¡PAPÁ! -grita casi llorando y se abalanza sobre las piernas de él.
Aquella reacción hizo que se me acumularan las lágrimas en mis ojos,