Flor Pérez
Luego de unos minutos en el auto, siento que el alcohol comienza a marearme. Trato de parecer lo más tranquila posible, pero debo reconocer que tomar mezcal no es una de las cosas que sepa hacer.
Siento mis mejillas, arder, siento mi cuerpo caliente, siento sueño, poco a poco voy cerrando los ojos. Luego de lo que me pareció un largo camino, Michael me despierta y, cuando lo hago, puedo escuchar cómo las olas del mar chocan con la orilla de la playa.
Despierto algo aturdida, bajó del auto y siento la brisa, miro y hay un letrero que dice: Shell Beach Bluff Drive, no sé qué tiempo nos hicimos si vivimos en Paso Robles, pero siento que dormí bastante.
- ¿Te mareó el mezcal? ¿Verdad?
- ¿Se nota?
- No mucho… -dice y sé que obviamente miente. – Ven, no vine a que hablemos si te mareaste o no, vine a mostrarte mi lugar favorito.
Yo camino con él, porque lo tomó de la mano, no lo sé, pero él me extendió su mano y no dudé o lo rechacé. Me acercó al barandal de madera, observamos el