Causa y efecto.
Las manos le sudaban, su corazón latía acelerado, su mente estaba hecha un embrollo y todo empeoraba al sentir la mirada acusatoria de Dominick clavada sobre ella.
¿Quien iba a pensar que confesar tus pecados era mucho más difícil que cometerlos?, sabía que en el momento en que abriera la boca se firmaría un abismo descomunal entre Dominick y ella; sabía que no siquiera la amistad sería rescatable entre ellos.
— Litzy si quieres discutir por mi decisión de enviarte a casa de mis padres...
— ¡No!, no es eso Dominick — respiro profundo, una, dos veces como un vano intento de calmar los latidos erráticos de su corazón — tengo muchas cosas que confesarte. Te pido por favor que no me odies.
Dominick arqueo una ceja mientras cruzaba los brazos sobre su pecho, mirando de forma expectante a la mujer.
— Comencemos por el principio... Jhon, el hombre que nos secuestro... él, esa vez que atacó a Mónic... fui yo quien le pidió que la vigilara y le di luz verde para que hiciera lo que quisiera con