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Capítulo 5 – Un recuerdo que arde

La casa estaba en silencio. David había salido por unas horas para una reunión presencial, y por primera vez desde que llegó, Elizabeth se encontraba completamente sola.

  Recorrió la sala lentamente, como si su mente buscara algo que sus manos no sabían. Se detuvo frente a la estantería. Volvió a ver la foto.

  David y Liam.

  Uno con los ojos dulces.

  El otro con una sonrisa que, en el papel, parecía inofensiva. Pero que en su memoria, era una máscara.

  Al lado de la foto había una caja de madera con recuerdos. La abrió sin pensar. Dentro, entre cartas viejas y postales, estaba un frasco de perfume. El mismo que Liam usaba.

  Apenas lo destapó, el olor la golpeó como una bofetada.

  Y entonces, sin avisar… volvió.

FLASHBACK – Dos años atrás

  Al principio, Liam era un sueño.

  Atento, divertido, con palabras dulces que le hacían pensar que por fin alguien la veía de verdad.

  Le enviaba mensajes por las noches: “Me duermo pensando en ti.”

  Le dejaba notas en los libros que ella leía: “Tú eres mi caos favorito.”

  Elizabeth, ingenua y deseosa de amor, cayó.

  No sabía que aquel “amor” era un lazo de seda… que pronto se convertiría en cadena.

  Los primeros cambios fueron sutiles.

  Liam le decía que ciertas amigas “no le hacían bien”. Que su risa era muy escandalosa. Que debía cuidar cómo vestía, porque “si te ven demasiado, dejan de respetarte”.

—Tú no necesitas a nadie más que a mí —le dijo una tarde—. Ellos no te entienden como yo.

  Poco a poco, dejó de salir. De responder mensajes.

  Todo giraba en torno a él.

  Y cuando se alejaba, Elizabeth sentía que no podía respirar.

—Estás demasiado sensible —le decía él—. A veces cansas.

  Y cuando discutían por sus constantes infidelidades…

—Eso pasa porque tú no me das lo que necesito.

—Porque tú provocas que yo busque lo que me falta.

—Porque tú siempre tienes un problema para todo.

  Ella, rota, terminaba pidiendo perdón. Siempre.

  Un día, Elizabeth quiso terminar la relación.

  Se sentía débil, confundida, pero deseaba salir. Llamó a Liam y le pidió hablar.

  Le dijo que no podía más. Que se sentía usada. Vacía.

  Y él… cambió.

Pasó de la voz seductora a una fría e irreconocible.

De la sonrisa a un grito que la hizo encogerse.

De las promesas… al daño.

—¿Tú me vas a dejar a mí? —susurró con los ojos encendidos de rabia—. ¿Después de todo lo que hice por ti?

Elizabeth no alcanzó a responder. Solo sintió el miedo arrastrándola hacia un rincón invisible.

Todo fue tan rápido, tan confuso… tan devastador.

Lo que vino después no fue un golpe, ni un grito, ni siquiera una amenaza física que se pudiera describir fácilmente.

Fue algo peor.

Fue el momento en que su voluntad se quebró.

El instante exacto en que se sintió menos que humana.

En que su voz murió en su garganta… y el silencio se volvió su única defensa.

Cuando todo terminó, él simplemente se marchó. Sin mirar atrás.

Como si no hubiera pasado nada.

—Tú provocas esto —dijo antes de irse—. Tú haces que me vuelva así.

Y luego, el vacío.

Y después, el mensaje:

“No digas nada. Nadie te va a creer. Y si lo haces… vas a terminar peor.”

Fue entonces cuando Elizabeth se apagó por dentro.

Cuando fingió.

Cuando calló.

Cuando dejó de existir… para sobrevivir.

Y cuando David, sin saber por qué, le ofreció ayuda.

De vuelta al presente

  Elizabeth se despertó gritando.

—¡No! ¡No otra vez! ¡No…!

  David irrumpió en la habitación.

  Ella estaba sentada en la cama, empapada en sudor, con las manos temblando sobre su vientre.

—¡Eli! Tranquila, tranquila, soy yo —dijo, acercándose lentamente.

—No… no me toques… —susurró, sin reconocer aún dónde estaba.

  David se quedó quieto, con las manos visibles.

  Esperó.

  Y cuando ella finalmente volvió a la realidad, rompió en llanto.

—Lo siento —dijo ella—. Lo siento, David…

—No tienes que disculparte por nada. Estás a salvo.

  Pero Elizabeth no se sentía a salvo.

  Porque dentro de su pecho, el recuerdo seguía ardiendo.

  Y aunque su cuerpo estuviera lejos de Liam…

  Su alma aún llevaba sus cicatrices.

  

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