40. Recompensa.
Evdenor aguardaba en la sala de estrategias, el eco de los golpes en la puerta aún resonando en sus oídos. Su mente estaba atrapada en los pergaminos polvorientos, en las menciones vagas de una masacre en las Tres Tierras Altas, en la posibilidad de que Kael, su hermano, tuviera las respuestas que buscaba sobre el pueblo destruido de Eryn. Cuando la puerta se abrió, el príncipe se enderezó, esperando ver la figura alta y confiada de Kael cruzar el umbral. Pero no fue así.
Un guardia entró, su postura recta como una lanza, el rostro endurecido por la disciplina.
—Señor —dijo con una reverencia rígida—, el rey precisa su presencia en la sala del trono. Pide que vaya acorde a la ocasión. Tenemos un invitado.
Evdenor frunció el ceño, la frustración apretándole el pecho. Con un gesto brusco, indicó al guardia que se retirara.
¿Ahora qué? Suspiró, frotándose las sienes mientras abandonaba la sala de estrategias y se dirigía a sus cámaras.
Si esto era otra visita de alguna princesa o conde