35. Gwaine.

La tensión en el claro era tan espesa como la niebla que los había rodeado. Los gemelos, con las manos aún firmemente aferradas al mango de sus espadas, miraban al recién llegado con una mezcla de expectación y profunda confusión.

—¿Lo conoces? —preguntó Ralion a su hermano en un susurro áspero, sin apartar los ojos del hombre de la lanza.

Lioran negó con la cabeza de inmediato, su ceño fruncido en un gesto de concentración.

—En mi vida lo había visto. No es un rostro que se olvide.

Ambos giraron la mirada hacia Eryn, cuyo rostro había palidecido notablemente. Sus ojos, ya libres del brillo dorado, estaban ahora nublados por el esfuerzo de buscar un recuerdo esquivo en lo más profundo de su mente.

—Eryn... —la voz de Lioran fue más suave, pero no menos urgente—. ¿Tú lo conoces?

La pregunta flotó en el aire por un momento que se sintió eterno. Eryn desvió la mirada del hombre extraño, clavándola en el suelo fangoso mientras su mente viajaba atrás en el tiempo...

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