32. Recuerdos que duelen

Dar paso a la docilidad que cuidar a Milena ameritaba y que debía de tomar desde hoy ante ella probablemente y quizás hasta el momento final de nuestra partida de este lugar dio un anunció claro de que solo para mí vendrían una serie de acontecimientos y evidentes cambios.

Yo Alexander, quien estaba tan acostumbrado a ser servido hoy se dignaría por primera vez en muchos años a servir cosa que nunca hasta el sol de este día me hubiera dignado a admitir a hacer delante de nadie y menos de una mujer.

Dar la noticia de que yo sería su cuidador, noticia que fue dada delante de todos los que en aquella recamara se encontraban dio mucho de qué hablar, en parte no del todo en un buen sentido especialmente por Milena quien de lleno opto por la negación.

Lidiar con ella durante aquel tiempo la verdad no fue nada fácil para mí, pues gracias a su fuerte actitud, su mal humor y su constante interés en llevarme la contraria hicieron que mi paciencia sin dudas se viera afectada en más de una
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