Parte treinta y siete

Le acarició el rostro, le murmuró algunas palabras para desearle feliz cumpleaños. Las lágrimas brotaron de ella. Ignacio, quien la había seguido, se acercó y la abrazó por detrás, siguiendo el acto de mirar a su hija y desearle un feliz cumpleaños.

—Es hermosa nuestra princesa. Sabes que sería ideal, que tuviera hermanos, pero haremos esos papeles, para que no se sienta sola y evitarnos más niños.

—Sí, amor, nos esforzaremos para que ella no se sienta sola ni abrumada por ser hija única. Seremos todo para ella —respondió Violet demostrando su acuerdo con lo escuchado—. Quisiera regalarte el mundo, hija.

—Lo haremos, le daremos el mundo a nuestro modo, no tendrá hermanos, será como nosotros, hija única, es un regalo que no le daremos, pero que supliremos con nuestra presencia.

Violet asintió ante lo escuchado, se quedaron allí unos minutos, hablando y contemplándola, hasta que finalmente decidieron volver a la cama, allí Ignacio se recostó recibiéndola en sus brazos.

—¿Fuiste a v
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