Alisha corría por el largo pasillo decorado con piedras. La oscuridad era su única amiga y solo un débil rayo del sol provenía de la entrada. Su cuerpo fue alzado y soltó una gran carcajada.
-Suéltame, suéltame-
-Te atrapé pequeño renacuajo- la voz del hombre mayor salía junto a risas, abrazando a la niña entre sus brazos.
La pequeña rodeó el cuello masculino y besó su mejilla mientras este la llevaba hacia su oficina.
-Papá que es eso- señaló en dirección a la ventaba donde varios hombres bajaban varias jaulas de tres camiones de cubierta negra.
El hombre se