Capítulo II

Para Marcos Borrel eran muchas las circunstancias que incidían en los trastornos de conductas que llevan a las personas a cometer delitos.

Meditaba en que al estudiar detalladamente las conductas del hombre común, se podría lograr definir, detectar y contener futuras conductas criminales. Le apasionaba a Marcos Borrel meditar sobre los temas relacionados con aspectos que todavía la criminología moderna no había dado respuestas, los cuales se posesionaban en su mente durante los periodos de insomnio.

Borrel no había podido dormir bien. Ya tenía dos semanas así y no sabía por qué. Pero, algo en su interior lo inquietaba.

Aunque de noche lo asaltaba el insomnio, de día lo dominaba el cansancio y en ocasiones se quedaba dormido por poco espacios de tiempo, frente a la máquina de escribir o de los folios de un expediente, despertándose mal humorado y por supuesto sintiéndose más cansado. Por ello había estado un tanto molesto. Sin embargo no había querido ir al médico porque no quería que le recetaran píldoras para dormir. 

Para amanecer aquel día en que fue designado para trabajar destacado fuera de su jurisdicción, lo había atacado de nuevo el insomnio. Borrel esa madrugada recordó el poema De La Noche de Oberón: “El monstro de la noche viene, comiéndose mi sueño viene, desde lejos, desde lo más profundo de mí, a caballo sobre mi almohada. Su crin son mis pensamientos, cruentos sus minutos convertidos en palabras…” A pesar de tratar de poner su mente en blanco para no pensar, el sueño le llegó casi a las cuatro de la mañana, por lo que no escuchó el despertador que siempre colocaba a las 05:30.

No obstante a que se despertó una hora después de lo acostumbrado, tuvo tiempo de arreglarse, pero no de prepararse el desayuno y salió justo a la hora de siempre. Pero, lo agarró una cola y comenzó a ver cómo se estaba retrasando para llegar y por ello se fue poniendo de mal humor. Sin embargo, lo disimuló muy bien cuando llegó a la oficina. Iba camindo próximo a su cubículo, cuando escuchó detrás de sí la voz del Comisario Benito Arteaga, jefe de la División Contra Homicidios  — su jefe—, quien lo llamaba:

— Borrel.., Borrel, sígueme… apúrate que nos esperan en la dirección.

            Sorprendido por este llamado, corrió hasta terminar de llegar al cubículo del jefe de la brigada; abrió la puerta como pudo; y deslizó con cierto cuidado, por debajo del escritorio,  el bolso de mano que llevaba consigo, regresando con el mismo impulso hacia la salida de la división, para ver que ya el Comisario Arteaga estaba subiendo la rampa.

— Espéreme jefe que vengo reventado.

— Date prisa que la reunión era a las ocho y media, vamos retrasados.

Borrel, Jadeante:

— Por cuatro minutos. Usted sabe que las reuniones nunca empiezan a la hora.  ¿De qué se trata esta reunión?

—Yo ayer no sabía de esta reunión. La secretaria del director me llamó anoche tarde, como a las diez y media, para decirme que había una rueda de prensa por un caso especial.

— ¿Un caso especial?

— Sí, en Córdova, Barajos. Un cuádruple homicidio. Parece que están pidiendo apoyo de la División. Puede que salga una comisión. El director no me ha dicho nada en concreto. Sólo sé que va a informar a la prensa porque hay presión internacional. Según me dijo la secretaria, lo han llamado el Presidente y el Ministro.

— Pero jefe deje la carrera, usted sabe cómo son las vainas. Aquí nunca las reuniones comienzan a la hora justa.

— Sí, pero por coincidencia, cuando apenas uno se retrasa por un minuto, cuando llega es el último y se tiene que calar cualquier regaño de los superiores.

— Bueno, eso también es verdad.

Y, como si lo hubieran adivinado, así fue. Al llegar todos estaban sentados y en silencio. El Director que también había llegado, conversaba con el Secretario General y con el Jefe de Investigaciones Nacionales. En el recinto estaban el Asesor Jurídico, el Subdirector y tres periodistas —dos hombres y una mujer, de emisoras de radio y televisoras diferentes. Se distinguían por sus gafetess, las cámaras instaladas y los micrófonos en sus manos—. Cómo público estaban los siete integrantes de la Brigada Especial, incluyendo a Marcos Borrel, el Comisario Jaime Jaimes, Jefe de Investigaciones de la División y por supuesto Arteaga, el Jefe de la División, quien había llegado junto con Borrel.

El director se dirigió a los periodistas iniciando la rueda de prensa que a último momento había sido concertada. Por eso eran pocos los periodistas presentes. Mediante la misma, el director informaba sobre el cuádruple homicidio de una familia de turistas, señalando que el caso estaba en proceso de investigación, por lo que no respondería preguntas. Sin embargo, comenzaron a hacerle algunas que respondió en forma genérica. Mientras eso sucedía, el Director le dijo algo al oído al Jefe de Investigaciones de Homicidios, señalando con el dedo a Marcos Borrel. Este Imaginó que se debía a que él había llegado de último a la reunión. El Comisario Jaime Jaimes anotó algo en un trozo de papel y se lo pasó. El director lo leyó y fue cuando Borrel escuchó que lo mencionaban, enterándose de que había sido comisionado para apoyar en la investigación de ese caso.

Los periodistas re-direccionaron las preguntas para saber acerca de la experiencia del Inspector Borrel y el director respondió mientras lo señalaba:

—Puedo dar fe de que es un excelente investigador, de lo contrario no lo tendríamos formando parte de tan prestigiosa brigada.

Al escuchar la noticia, Marcos Borrel hizo todo el esfuerzo que le fue posible para mantenerse tranquilo.

— << ¡Como si no tuviera suficientes problemas qué resolver! >> —  Se repetía  a mí mismo.

— <<Vaya una forma de enterarse de que se ha sido designado para una comisión. Pero, policía ni se ofrece ni se niega>>.

Mientras se encontraba inmerso en sus pensamientos, la rueda de prensa terminó. Los directivos se pusieron de pie y salieron del salón azul seguidos de los periodistas que seguían acosándolos con diversas preguntas. El jefe de la División se acercó a Borrel y le dijo:

— Estoy tan sorprendido como tú. Ve a tu casa, busca ropa y regresa a la oficina para que te des la salida. Llévate bastante ropa que la cosa puede ser para largo, ya que en la región no se tiene nada en concreto.

Así lo hizo. Esa misma tarde Borrel dejó estacionado sui vehículo Fiat modelo Uno, de color gris plomo, en el sótano de la sede central del cuerpo detectivesco y se fue en un taxi rumbo al aeropuerto.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo