Capítulo III

Marcos Aureliano Borrel García, nació un 20 de marzo y era el menor de cuatro hermanos, dos hembras: Marisol y Marlene; y dos varones: Miguel y Marcos. Marisol era la mayor, después venía Miguel, le seguía Marlene y por último Marcos. Se llevaban dos años entre ellos. Su padre (Luis Marcos), fue un hombre amoroso que se dedicó al comercio y  murió de un infarto fulminante cuando él tenía 14 años de edad. Su mamá, Berenice García, era una amorosa ama de casa, a quien él reconocía que le debía todo lo bueno cuanto tenía en la vida. Ella se esmeró en darle amor y una educación familiar que lo había convertido en lo que era hoy en día.

A Marcos Borrel, le gustaba la música y leer poesía. Tenía en su casa una vieja guitarra que fue el último regalo que le hizo su padre el mismo año en que murió. Él, a veces tocaba una que otra canción o se distraía leyendo.  Había leído a los clásicos de la literatura universal. Pero sus poemas preferidos eran: “Líquida Existencia” de Oberón, el de la “Hermosa Margarita Que Deshoja el Tiempo” de Ángel Xinares. y, el “Greda Libro de Vida” de Julio Valderrey. Sentía que estos tres le habían tocado su fibra más  sensible.

 Económicamente, Borrel dependía únicamente de su sueldo, pero aún así, contribuía con enviarle quincenalmente a su madre una pequeña parte de su sueldo. Sabía que no era mucho, pero con la pensión de sobreviviente y la ayuda de los otros hermanos que también trabajaban, Berenice vivía bien. Marcos desde que dejó el hogar materno la llamaba unas tres veces por semana y cuando permanecía en la capital la visitaba semanalmente. En los casos en que debía trabajar fuera de la capital, lo cual era esporádico, la llamaba diariamente porque sabía que ella se preocupaba por el. Entonces la visitaba en cuanto tenía la menor oportunidad y al regresar. 

A sus 32 años, Marcos Borrel tenía siete de haberse casado. Su esposa Rebeca Inés Miller González, había sido su compañera de estudios durante el bachillerato. Ella estuvo estudiando administración, pero no era buena con los números, así que se cambió de carrera para estudiar enfermería. Sin embargo, tampoco avanzó mucho, dejando los estudios y se puso a trabajar en un consultorio odontológico. Después de que se casaron trabajó un tiempo, hasta que habiendo salido embarazada, se le presentó un conato de aborto. Por esta razón, tuvo que dejar el empleo, pero manteniendo la esperanza de que una vez pasado el proceso de parto y reposo, retomaría el trabajo y comenzaría a estudiar de noche. Esta vez lo haría en educación integral. De ese embarazo de alto riesgo, nació Luis Carlos, el cual en Julio de ese año había cumplido 5 años de edad. Le pusieron de nombre Luis por el papá de él y Carlos por el papá de ella. Era un niño hermoso, cariñoso, inteligente y muy hablador.

Marcos Borrel también poseía a Raley, un perro de color gris con manchas blancas. Raley era un braco alemán de pelo corto, al cual encontró caminando perdido en el aeropuerto de la ciudad de Morúa, cuando estaba trabajando un homicidio en aquella localidad. Alguien lo dejó abandonado o quizás se le perdió al dueño. En aquel entonces era apenas un cachorro de pocos meses. Lo bautizó con el nombre de Raley, quizás porque amaba las películas de Rambo y una serie de televisión llamada “La ley y el orden”. Además, porque ese fue el primer nombre que le vino a la mente. Eso era Raley para él, la combinación perfecta entre Rambo y la ley, y Marcos trataba de entrenarlo para que fuera ambas cosas.

Cuando encontró a Raley perdió su vuelo por andarle buscando el dueño por todo el aeropuerto y al final no lo encontró y tuvo que viajar por tierra.

Rebeca no estuvo de acuerdo que él trajera un perro al apartamento, porque consideraba que le podía transmitir algún tipo de enfermedad tanto a élla como al bebé que estaba por nacer. Pero, Marcos Borrel no tuvo la fortaleza suficiente para desprenderse de aquel pobre animal.

Con el pasar de los días logró convencerla, por supuesto, ayudado por sus suegros quienes la aconsejaron que tener una mascota sería beneficioso para el niño. El y Luis Carlos se apegaron mucho a Raley

Borrel tenía 1,70 de estatura y era de regular complexión. En un tiempo no muy lejano tuvo cuerpo atlético. Pero, ahora tenía unos siete kilos demás, de los cuales, al menos tres o cuatro se habían alojado en su zona abdominal y por más ejercicios que hacía, no querían irse. Marcos Borrel tenía la piel trigueña clara, cabello castaño oscuro y liso, un poco ondulado al frente, levantándose de forma rebelde, por lo que prefería mantenerlo recortado. Sus ojos marrones detrás de los lentes reflejaban su inteligencia analítica. Era un hombre de modales sobrios, muy apegado a la disciplina institucional y diligente para atender sus responsabilidades. Quizás por esto fue elegido, si acaso no fue por haber llegado tarde a la reunión.

Al lugar al que lo enviaron era Estado de Barajos, ubicado en la zona norte costera del país. Lo conformaba un amplio espacio de tierra firme, en la que está la ciudad de Córdova y una península llamada Calbos Torrentes en  honor a un General muy destacado durante la guerra de independencia. En esta península, además de varios caseríos de pescadores, está la pequeña ciudad comercial de Makaos, donde funciona un Puerto Libre. No es tan importante lo que sucede en la ciudad de Makaos, como lo que sucede en todo su entorno, y prácticamente en todo el Estado de Barajos, donde se encuentran muchas áreas turísticas por la diversidad de playas de arenas blancas, aguas cristalinas, sublimes corales, rugiente brisa, rompiente olas  y hermosos paisajes de salinas, lagunas, sublimes corales, lo que permite desarrollar una diversidad de deportes al aire libre en un franco turismo activo, que mantiene la alta afluencia de visitantes nacionales y extranjeros durante todas las épocas del año.

A pesar de la modernidad y de algunas influencias foráneas que han ido modificando ciertas costumbres locales y debido al permanente intercambio cultural que se desarrolla en las ciudades y pueblos altamente turísticos, aún se conservan ciertos arraigos que caracterizan a sus pobladores.  En ellos es típico que cada vez que alguien muere, dentro de sus comunidades todos quieren saber lo que ocurrió y el cómo, debatiéndose entre corrillos, lo acontecido.

Los curiosos que se hacen presentes en los lugares donde ha ocurrido una muerte violenta se preguntan entre sí e intercambian informaciones y conjeturas. Estos pueblerinos, por lo general, llegan a saber más cosas que las mismas autoridades locales, sobre la participación de personas, las causas y sus circunstancias. Hay una gran cantidad de hechos — asesinatos por venganzas —, que en la mayoría de las veces están relacionados con cuatro apellidos de familias locales influyentes,  entre las cuales existe una larga vendetta.

En los casos de asesinatos, la mayoría de los testigos presenciales y referenciales no se atreven a informar a la policía por miedo a ser detectados como soplones o informantes de los funcionarios y que, debido a eso, recibir represalias de parte de los involucrados.

Por otro lado sucede que, como en todo pueblo, la mayoría de las personas resultan ser familia, o cuando no, amigos o conocidos entre sí y no se sabe que tipo de  parentesco o relación pueda existir entre los autores materiales de un hecho y los funcionarios que reciben las denuncias o información. Sin embargo, la condición de pueblo que de todo se entera, quería ser aprovechada por Marcos Borrel. Pero debía encontrar la manera para vencer los obstáculos antes mencionados.

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