Capítulo 27. Manos firmes

Irina se quedó sin palabras, su mente era un torbellino de confusión. Necesitaba saber la verdad, pero ¿cómo? Alex Salvatore se burlaba de ella como felino con su presa.

— ¡Usted está loco!

Alex subió un hombro.

—Tendré que considerar la posibilidad —murmuró con una sonrisa en el tono.

—Es mezquino y cruel de su parte que me nombre a mi esposo, ¿cree que es el momento adecuado para jugar con mis sentimientos? —Le increpó Irina indignada.

—Te prefiero furiosa que asustada —respondió Alex feroz y determinado—. Porque si me pongo nervioso podemos fallar, siente lo que quieras Irina, ódiame si quieres, pero el miedo paraliza. Usa tu antipatía y prejuicios por mí y demuéstrame de qué estás hecha, porque debemos regresar con nuestros hijos ¿Estás o no de acuerdo?

Irina de nuevo no sabía qué pensar de este hombre, pues lo que acababa de decirle tenía mucho sentido, no demostraba que estuviera loco o fuera asesino, pero sí ser por completo autoritario, también buen doctor.

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