Capítulo 33. Entre sospechas
La niebla aún se aferraba al suelo cuando el vehículo de Devon cruzó el portal de regreso al territorio de la manada. El sol apenas despuntaba entre las copas de los árboles, y el bosque los recibió en un silencio expectante, como si la tierra misma supiera que algo había cambiado.
Alina dormía recostada contra su hombro, envuelta en mantas. Su respiración era regular, pero su cuerpo seguía débil. Devon había mantenido el viaje en secreto, evitando incluso informar al consejo. Sabía que lo acusarían de romper las normas antiguas al llevarla a la ciudad… pero ya no le importaba.
No cuando había estado a punto de perderla.
Los sirvientes del castillo los observaron con recelo cuando cruzaron el gran portón de piedra. Algunos apartaron la vista. Otros susurraron con los ojos clavados en la figura dormida de Alina.
Matilda fue la primera en recibirlos. Se acercó a paso firme, su bastón golpeando con ritmo sobre el suelo. No preguntó nada, pero Devon pudo ver el juicio silente en sus ojos.