8.
Matilda por otro lado, fue a una de las terrazas a terminar de estirarse, estaba realmente agotada de estar sentada prácticamente todo el día.
Estando ahí se apoyó en el pasa manos, admirando la vista a la ciudad.
De repente, sintió un par de brazos que se movían como serpientes alrededor de su cintura, por un momento creyó que era Josué, pero sintió el perfume de Miguel.
Intentó empujar sus manos, pero su agarre era realmente fuerte. Miguel le dio un beso en el hombro que estaba al descubierto, “No te hagas la difícil mi Mati.”
“Qué asco Miguel, ¡Suéltame!”
Matilda comenzó a sacudir su cuerpo, intentaba empujar los brazos de Miguel, lo que fuera para soltarse de su agarre.
Por su parte, Miguel la sujetaba aún más fuerte, “No Matilda, no me iré de aquí hasta que me des una nueva oportunidad.”
La contraminó con más fuerza hacia su pecho.
Matilda estaba furiosa, pero con la fuerza de Miguel se sentía impotente, “Miguel, cuántas veces más tengo que decirte que no. ¿No has entendido?” él