Gema
Empiezo a sentirme rara. Primero, un escalofrío me recorre la espalda, pero enseguida el calor se acumula en mi interior, creciendo sin control. Intento ignorarlo, convencida de que es solo el cansancio, pero no desaparece.
No pasa mucho tiempo cuando mi respiración se vuelve irregular, los olores se vuelven más intensos y siento cómo mis pulsaciones se aceleran.
Mi loba se agita dentro de mí, impaciente, confundida. Siento su energía vibrar bajo mi piel, reclamando algo. ¿Está reclamando contacto?
Bel me mira preocupada.
—¿Estás bien? —pregunta, su voz cargada de duda.
—Sí… creo que sí —respondo, aunque mi voz tiembla ligeramente—. Solo me siento… extraña.
—¿Extraña?
El calor se extiende, y algo dentro de mí se agita, como si mi loba quisiera empujarme a moverme, a buscar algo o alguien. Noto como mi pulso se agita aún más y un hormigueo en mi bajo vientre da la cara.
Bel me observa y da un paso atrás, alarmada.
—Gema, tienes los ojos… —dice.
Intento contro