—Hola, no me invitas un trago —me dice esa mujer. Me siento muy incómodo y a la vez molesto.
—No y quítese o no, respondo —le contestó molesto.
—Mmm, me encantan los hombres rudos y misteriosos —me vuelve a decir y se lanza a mi cuello. Siento como me chupa algo fuerte. La separo de mí y veo que se lame los labios—. ¿No te gustaría estar conmigo a solas?
Intento fingir una sonrisa y me levanto con ella en brazos. Camino unos pasos alejándome de la mesa y vuelvo a poner mi mala cara y la dejo caer al piso.
—Eso es lo único que te mereces de mí —le expresó a esa mujer. Observo que me mira molesta con esos ojos azules. Se levanta y se pone enfrente de mí.
—¿No me digas que no soy atractiva para ti? —me pregunta y veo como recorre sus manos en su mini vestido ajustado.
—Mmm, la verdad —me acercó a ella a su oído—. No, ni un poco.
Francisco me hace una señal con la cara para marcharnos de ese lugar; veo como se va por la puerta y me voy tras él. Escucho detrás de mí el sonido de los