Anabela
Me bajan del auto y entramos a ese lugar. Al entrar puedo ver a muchas mujeres, algunas casi desnudas y otras mostrando sus pechos.
Me llevan hasta una habitación; entramos Álvaro y yo.
Veo un hombre sentado junto a un escritorio. Está vestido de traje y veo que tiene una enorme espalda.
—Señor Abdel, aquí está lo que mi señor Dante le manda —habló Álvaro.
Veo que el hombre le da vuelta a su silla y lo veo a la cara.
Es un hombre como de 30 años; es moreno, cabello negro, ojos oscuros, cara cuadrada, con barba un tanto arreglada y es delgado; se nota porque trae los primeros botones de la camisa abierta.
Me mira muy atentamente; se toca la barbilla como pensando.
—¿Es Virgen? —pregunta.
—No, ya no lo es —niega Álvaro.
—Es una lástima, una joven tan hermosa, y si hubiera estado Virgen, sería algo de donde sacar mucho dinero —menciona el hombre.
Veo cómo se levanta de su asiento, toma un maletín del piso y se acerca a Álvaro y se lo entrega.
—Pero vale la pena pagar ese dinero p