Mundo ficciónIniciar sesiónLa tarde del sábado se deslizaba suavemente, pero en el corazón de Liam había un torbellino de emociones. Había pedido a Bianca que viniera a quedarse con Leo, esperando que el tiempo a solas con ella le ayudara a aclarar sus sentimientos. Sin embargo, la última vez que la había visto, su corazón había estado roto al encontrarla en una cita con otro chico. En ese momento, no supo cómo manejar sus sentimientos. Se sintió celoso, y eso lo incomodaba más de lo que podía expresar.
Mientras la cocina se llenaba del aroma de la cena que preparaba, escuchó los pasos de Bianca acercándose. Ella entró, sonriente, como siempre, pero su alegría contrastaba con el nudo en el estómago de Liam. No quería que ella lo notara, así que trató de mantener una expresión neutral.
—Hola, Liam. ¿Qué estás cocinando? —preguntó Bianca, asomándose por encima del mostrador con curiosidad.
—Solo algo rápido para cenar —respondió, tratando de sonar despreocupado, pero su tono no era tan cálido como de costumbre.
Bianca se detuvo un momento, notando la frialdad en su voz.
—¿Todo bien? Te ves un poco... diferente hoy —dijo, frunciendo el ceño ligeramente.
Liam sintió que el corazón le daba un vuelco. No quería que ella supiera lo que realmente pensaba. ¿Cómo podría decirle que estaba molesto por verla con otro hombre? Que la idea de perderla le causaba ansiedad. En su lugar, optó por desviar la conversación.
—Sí, estoy bien. Solo cansado. He estado trabajando mucho últimamente —respondió, intentando sonreír, aunque la mueca se sintió forzada.
Bianca lo observó durante un momento, su mirada escrutadora buscando respuestas que Liam no estaba dispuesto a dar. Se sintió un poco culpable por no ser completamente honesto, pero al mismo tiempo, no quería que sus inseguridades afectaran su relación con ella.
—Entiendo, el trabajo puede ser agotador —dijo Bianca con una ligera sonrisa, tratando de aliviar la tensión en el aire—. Pero espero que al menos te estés dando tiempo para ti mismo.
Liam asintió, aunque su mente divagaba en pensamientos contradictorios. Esa mañana había recibido una invitación para salir con Luz, una compañera de trabajo que había expresado interés en él. Había aceptado, no porque realmente estuviera interesado, sino como un intento de olvidar lo que sentía por Bianca. Sin embargo, ahora, mientras la miraba, esa decisión le parecía un error.
—¿Qué tal estuvo tu día? —preguntó Liam, intentando cambiar el enfoque.
—Fue bueno. Fui a la tienda a comprar algunas cosas y luego hice algo de ejercicio. Me gusta mantenerme activa —respondió Bianca, mientras comenzaba a ayudarlo a picar algunas verduras.
Mientras cocinaban juntos, el silencio se hacía pesado. La complicidad que solían tener ahora parecía desvanecerse en el aire tenso entre ellos. Liam luchaba contra la sensación de que estaba perdiendo algo importante, y eso lo molestaba aún más. La última cosa que quería era que Bianca pensara que era un hombre celoso, pero también tenía que ser honesto consigo mismo.
—Liam —dijo Bianca de repente, rompiendo el silencio—. Me parece que algo te molesta. Si quieres hablar de ello, estoy aquí para escucharte.
El gesto sincero de Bianca hizo que Liam se sintiera aún más incómodo. Quería abrirse, pero las palabras se negaban a salir.
Liam trató de mantener una fachada de normalidad, pero sabía que no podía ocultar la tensión en el aire.
—No es nada, todo está bien —dijo, intentando convencer tanto a Bianca como a sí mismo.
Pero Bianca lo conocía mejor que eso. Su mirada preocupada no pasó desapercibida, y cuando abrió la boca para decir algo, una voz familiar resonó desde la sala.
—¡Bianca!
El pequeño Leo apareció como un torbellino, corriendo hacia ella con los brazos abiertos. La alegría en su rostro iluminó instantáneamente la atmósfera, y Bianca se agachó para recibirlo con un abrazo cálido.
—¡Leo! ¿Cómo estás, campeón? —preguntó Bianca, llenándose de la energía contagiosa del niño.
—¡Súper! —respondió Leo, abrazándola con fuerza. Luego, miró hacia su padre, que parecía cada vez más sombrío.
—¡Bianca! —dijo Leo, volviéndose hacia Liam—. ¡Papá y yo ayer te vimos en la heladería!
El rostro de Bianca se frunció al escuchar esto, y dirigió una mirada inquisitiva hacia Liam, que se mantenía inexpresivo, como si una nube de melancolía lo envolviera.
—¿En serio? —preguntó Bianca, tratando de averiguar qué pensaba Liam. Pero él se limitó a encoger los hombros, su silencio gritando más que cualquier palabra.
—¿Por qué no fuiste a saludarme? —preguntó Bianca, mirando a Leo con curiosidad.
Leo se encogió de hombros, y su voz, casi inocente, salió a la luz:
—Papá dijo que estabas con tu novio.
Las palabras cayeron como un peso en el aire, y la mirada de Bianca se deslizó nuevamente hacia Liam.
—¿Tienes novio? —preguntó Leo, con un tono de incredulidad que revelaba su sorpresa.
Liam, sintiéndose acorralado por la situación, se limpió las manos con una toalla y, antes de que Bianca pudiera decir una respuesta, interrumpió con un tono decidido:
—Ya me tengo que ir. Vendré más tarde.
Sin esperar una respuesta, Liam se inclinó y le dio un beso en la frente a Leo, quien lo miraba con confusión. Sin mirar atrás, salió del apartamento, dejando a Bianca y Leo en una atmósfera de desconcierto.
Una vez que la puerta se cerró tras Liam, Bianca sintió un nudo en el estómago.
—¿Por qué se fue así? —preguntó Leo, mirándola con sus grandes ojos.
—No lo sé, cariño —respondió Bianca, tratando de ocultar su propia confusión—. A veces, los adultos tienen cosas que resolver.
Bianca se quedó mirando la puerta cerrada, aún con el eco de las palabras de Leo resonando en su mente. Sabía que Liam estaba molesto, que algo en su encuentro casual la noche anterior había desatado una incomodidad en él que ella no lograba entender del todo.
—¿Por qué se fue así? —se preguntó en voz baja, sintiendo una mezcla de frustración y tristeza. Había sido solo un amigo con el que se encontró en la heladería, alguien con quien no tenía nada romántico. Pero Liam ni siquiera le dio la oportunidad de aclararlo, de decirle que él no era un "novio".
Bianca dejó escapar un suspiro y miró alrededor de la sala. Recordó la forma en que Liam había estado actuando últimamente, cómo su atención y cercanía con ella parecían haber aumentado en las últimas semanas. Las conversaciones entre ambos eran cada vez más personales, cargadas de esa energía nerviosa que hacía que desviaran la mirada cuando se cruzaban. Pero también sentía que él estaba atrapado en su propio dilema, en una barrera que él mismo se había impuesto, quizás porque ella era la niñera de su hijo.
Se dejó caer en el sofá, recordando la última conversación que tuvo con Liam antes de que saliera del departamento. Aún sentía el peso de ese abrazo de la otra noche, la calidez que lo envolvía cuando él confesó lo difícil que era criar a Leo solo. Sus sentimientos hacia él se habían vuelto más profundos y complejos, mezclándose con la cercanía de sus momentos compartidos con Leo.
—No puede ser tan complicado —se dijo a sí misma, aunque sabía que la situación lo era. Él llevaba una carga emocional y una responsabilidad que ella admiraba, pero también temía que esos mismos sentimientos le impidieran ver la posibilidad de algo entre los dos.
Aún sumida en sus pensamientos, decidió que no podía dejar esto sin aclarar. Tomó su teléfono y escribió un mensaje a Liam, pero se quedó mirando la pantalla, incapaz de enviar lo que realmente quería decir. Finalmente, optó por algo más directo.
*"Liam, tenemos que hablar. Solo quiero aclarar lo que pasó anoche. No quiero que haya malentendidos entre nosotros."*
Envió el mensaje y, con el corazón acelerado, dejó el teléfono a un lado. Se quedó en silencio, esperando una respuesta que nunca llegó.







