—Leo… yo...— comenzó a decir, pero se le quebró la voz. Sabía que nada de lo que dijera podría cambiar el sentimiento de su hijo. Así que, al final, solo pudo abrazarlo, sintiendo el peso de la responsabilidad hundiéndose más en su pecho. Leo se quedó quieto, sin corresponder el abrazo, y después de unos segundos, simplemente soltó a su padre y caminó hacia el interior de la guardería, dejándolo con el corazón desgarrado.Esa tarde, el día en el trabajo fue un martirio. Su jefe le reprochó por llegar tarde, las tareas se acumulaban y los errores, impulsados por su distracción y tristeza, se multiplicaban. Las palabras de Leo no dejaban de resonar en su mente, cada vez más pesadas, más reales. —Eres un mal padre—. Se lo había dicho su propio hijo, y aunque intentaba convencerse de que no era cierto, la duda se abría paso como una espina que se clavaba más hondo con cada minuto....Liam estaba sentado en su escritorio, con la mirada perdida en la pantalla de su computadora, cuando Ja
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