—¡¿Italia?! ¡¿Estás loco?! —dice Óscar sorprendido, me toma de los brazos y me obliga a girar hacia él—. ¿Quieres que Sforza te mate por seducir a su pequeña hija? —pregunta exaltado y al borde del colapso.
—Tengo que hacer negocios con él. —Abro la caja ante sus ojos.
Retrocede y cubre su boca con una mano, silenciando su sorpresa, como si fuera a él a quien le esto pidiendo matrimonio y no aguantara la emoción.
—De todas las misiones suicidas a las que te he acompañado, esta es la más peligrosa… ¿Ir a pedir la mano de la hija de Sforza? ¿Hablas en serio?
—No tienes que acompañarme…
—No es opción… no te dejaré ir solo.
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Samantha Sforza
—Me has hecho viajar tanto… Después de esto no me darán ganas de volver a hacerlo —dice Ed arrastrando los pies en la entrada hacia la hacienda de mis padres, como si lo más cansado no fuera pelear y disparar sino viajar.
—Puedes tomar unas vacaciones en Italia