Treinta y tres

XXXIII. Dudas.

A él, la loba le hizo amar a la humana.

Y a ella, la humanidad le hizo amar al lobo.

La pareja de aldeanos dormía sentada junto al lecho donde yacía Misha, dormitando también. Estaba amaneciendo, pero al parecer los humanos eran animales nocturnos y apenas se había asomado el sol ellos se apagaron. La cazadora de cabellos como el fuego vigilaba desde un rincón con un ojo abierto y el otro durmiente y la anciana chamán velaba el sueño de todos. Nilah se había salido del refugio, sofocado y sumamente confundido consigo mismo. La noche lo había dejado preso de las dudas y libre de respuestas.

Cuando Darío afirmó que no fue Níniel quien lo atacó, sino otra mujer —a quien la anciana confirmó a través de la descripción física como Alanna—, teorizaron sobre el parentesco entre las dos, dado lo poco que se parecían. Nilah, que hasta ese momento había decidido no compartir la información que obtuvo con Aberración, se res

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