Treinta y ocho

XXXVIII. Regresar.

Duerme, niñito mío, prenda mía.

Arrurú, arrurú.

La luna silenciosa esta mirando

dentro de tu cuna.

Te diré cuentos de hadas

y te cantaré cancioncitas,

pero debes dormir, cerrados tus ojitos.

Arrurú, arrurú...

El primer recuerdo de Nilah eran sus pies descalzos pisando la nieve. Su infancia la vivió con su madre en aquel país que correspondía a la ahora llamada "Zona Norte" y, aunque no nació allí, era su hogar. Otro de sus muchos recuerdos era su progenitora, la hermosa dama Velkan, elevando sus oraciones a la proclamada como diosa de su raza; la luna. Cuando el pequeño Nilah le preguntó por qué cada noche agradecía a ese lucero en el cielo, su madre le sonrió mientras acariciaba su mejilla.

—Porque me ha otorgado un milagro.

Nilah era muy pequeño en ese entonces para comprender los motivos por los cuales su madre oraba tan fervientemente a

Helena Escobar

Versos: canción de cuna “Nana cosaco”.

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