Aquella separación había sido una
amenaza continua, la gota amarga de la felicidad en los días y meses de
ciega pasión; después un dolor necesario, y hasta merecido y saludable,
según pensaba el amante, lleno de remordimientos y de planes morales.
Pero al llegar el momento, Bonis sintió que se trataba de toda una
señora operación practicada en carne viva. Con toda franqueza, y
explicándolo todo satisfactoriamente por medio de una intrincada madeja
de sofismas, Reyes reconoció que los afectos naturales, puramente
_humanos_, eran los más fuertes, los verdaderos, y que él era un místico
de pega, y un romántico y un _apasionado_ de verdad. ¡Ay!, separarse de
Serafina, a pesar de aquella tibieza con que su espíritu la trataba de
algún tiempo a aquella parte, era un dolor verdadero, de aquellos que a
él le horrorizaban, de los que le _daban la pereza_ de _padecer_. ¡Era tan
molesto tener el ánimo en tensión, necesitar sacar fuerzas de flaqueza
para aguantar los dolores, los reales! Y no hab