Marina terminó la jornada laboral, estaba por salir de la oficina, cuando Paúl Ardley se acercó a ella, llevando una rosa consigo.
La mostró en su escritorio.
—Hola, Marina, quiero pedirte una disculpa.
Marina le miró con algo de desesperación y seriedad.
—¿Por qué?
—Te trate mal en el viaje a Palm Beach, como puedes ver, estaba acostumbrado a mujeres muy liberales, pero, tú me has abierto los ojos a ser un hombre respetuoso, y es por lo que quería disculparme, no volverá a suceder.
Marina asintió.
—Está bien, te acepto la disculpa.
—¿Puedo invitarte a cenar? —exclamó
—No, gracias, de nuevo no, tengo mis obligaciones con mis hijas, y no quiero salir a cenar con nadie.
—Bueno, podemos llevarlas, adoro a las niñas.
Marina volvió a negar.
—Tal vez, un día confíes en mí, y aceptes.
Marina solo sonrió y él se alejó, Elsa corrió a su lado.
—¡Estás loca, Marina! ¡Es guapísimo! No pierdas esa oportunidad.
Marina lanzó un suspiro, sonrió y tomó su cartera para irse.
Demetrius te