—Con razón… con razón aquel día, poco después de que volvieras a casa, cuando la viste en el parque fuiste tú quien se acercó a jugar con ella a esos juegos tan infantiles… —exclamó sorprendida la Señora Santoro.
Giovanni no es que tuviera buen corazón. Es que la había reconocido: era Clarissa.
Lamentablemente, Clarissa era aún muy pequeña. Lo había olvidado. Además, ya tenía otros amigos con los que jugar.
—Entonces, si realmente te importaba tanto… ¿Por qué la dejaste casarse con Luca? —preguntó la anciana, sin comprender.
—Ella tenía su propia vida. Tenía a sus padres, sus familiares, sus amigos… y un amor que no podía soltar. Para ella, yo era solo alguien que pasó por su vida, alguien sin importancia —respondió Giovanni, sereno.
Por eso no intervino.
Pero que le dolía, era innegable.
Cuando Clarissa era adolescente, también había usado algunas redes sociales. Giovanni, bajo una identidad falsa, la agregó como amiga. Ella creía que él era una chica. Y le contaba todo, como si fuera