Salvatore se quedó tieso un momento.
—Oh.
Maxence sintió otro pinchazo en la cabeza.
—Y además, hermano… cuando el jefe le compre algo a la señora o haga alguna locura por ella en secreto, ¡podemos contárselo! Ahora mismo su relación está en pañales, y como asistentes de confianza tenemos que ayudarlo a sumar puntos, ¿no te parece?
Salvatore se quedó callado un rato, lo procesó todo, y después, con los ojos bien abiertos, se señaló a sí mismo y luego a Maxence:
—¿Somos… como esos personajes secundarios de novela o drama que ayudan al protagonista a quedarse con la guapa?
Y en ese instante, lo entendió todo. Hasta se acomodó las gafas, con aire importante.
—Ya sé qué tengo que hacer.
Maxence sintió cómo el alma se le iba del cuerpo.
¿En realidad lo había entendido…?
***
Clarissa no tenía ni idea de la conversación entre Maxence y Salvatore. En ese momento estaba junto a Giovanni, todavía dándole vueltas al tema de las pinturas.
Aunque ya estaba casada con él, por dentro todavía había un