Giovanni contestó con toda la calma del mundo:—No puedes compararte conmigo. Tú te levantas a las tres de la tarde y ya subes algo soñando que eres Blanca Nieves y que tu madrastra malvada te persigue, ¡hasta escribiste una canción sobre eso!
Roger se quedó callado, sin saber qué decir.
Clarissa se quedó mirando, confundida por la escena.
Ella no solía estar al tanto del mundo del espectáculo, pero después de oír eso, no pudo evitar preguntarse si Roger era siempre así de... peculiar.
—¿Y qué tiene de malo? ¡Soy una estrella! ¡Las estrellas tenemos que estar muy activas! —Roger se sonrojó un poco, tratando de defenderse.
—¿Activa hasta el punto de que todos sepan que sigues viendo Blanca Nieves? Ya estás muy grandecito para eso.
—¡Ya se pueden callar! ¿No podemos cambiar de tema?
Roger levantó la voz, molesto:
—¡Tú y yo no somos iguales! Yo solo ando diciendo que estoy casado y tengo esta hermosa esposa.
—Eso es porque tú no tienes —dijo Giovanni sin piedad, lanzando la frase como una