Te doy una mano.

—Ven, pasa, por favor.

Andrés abre la puerta de madera, idéntica a la de mi apartamento, pero tras ella, el lugar es totalmente diferente al mío. Lo primero es que yo ya tengo un tiempo viviendo en el edificio, cerca de ocho meses, y él, seguro que apenas debe tener tres semanas. Por eso, más el hecho de que es muy despreocupado, hay alrededor de cinco o seis cajas grandes por toda la sala. Lo único que hay debidamente colocado es un sofá y un estante con dos o tres libros.

La distribución es prácticamente la misma que la de mi casa, excepto que sus paredes están totalmente blancas y desnudas, mientras que las mías están pintadas de un color naranja muy pálido, lo que le da cierto grado de calidez. Junto a la puerta, contemplo el enorme sofá marrón y sonrío con ternura, es obvio que aquí vive un hombre.

 —Disculpa el desorden, e

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