Ansiedad

Salí de la casa antes de que su recuerdo me consumiera por completo, ignorando el llamado de Samantha y Logan a mis espaldas. Ese lugar me estaba asfixiando, no podía respirar adecuadamente y mi corazón latía muy de prisa. Me percaté de que mis manos temblaban sin control cuando las deslicé por mi cabello. Sudaba. Necesitaba a como diera lugar un trago y un cigarro para que la ansiedad no se apoderara de mí.

Deambulé por largos minutos sin saber con exactitud a dónde me dirigía. Me detuve en el tronco de un gran roble, cansado, con la piel ardiendo por el sofocante calor y todo mi ser estremeciéndose. Parecía que me fuera a dar un resfriado, pero solo se trataba del pánico que sentía al estar en un país que me la recordaba cada segundo con mayor intensidad. Por eso me marché de mi tierra, porque no pude soportar el peso de mi venganza y su lejanía.

Rebusqué en los bolsillos de mi ropa hasta que encontré la cajetilla de cigarros. Saqué uno y lo encendí sin perder tiempo. Mi ser se tranquilizó un poco tras aspirar el humo del cigarro e inundar mi garganta y mis pulmones de este. La amargura me seguía persiguiendo, por eso aspiraba ansioso, cerrando los ojos para sacar su recuerdo de mi mente.

—¿Qué rayos sucede contigo? — escuché la voz de Samantha cerca de mí—. ¿Por qué estás actuando más extraño de lo normal?

—Volveré a Inglaterra.

—¿Por qué?

—Porque sí — abrí los ojos y la miré—. Venir aquí fue un error.

Ella se dio cuenta de que algo me frustraba, por esa razón bajó del auto y me arrebató el cigarro de la mano para tirarlo al suelo.

Su abrazo no lo esperaba, menos que descansara su mejilla contra mi pecho y me apretara con tanta fuerza contra sí. Su olor, su calor y su dulzura terminó por destruirme, pero tenía que seguir haciéndome el fuerte.

—Vinimos a alejarnos de todo. No permitas que esa mujer siga arruinando tu vida. Cavalli, ya es hora de que empieces a pensar en ti y en nadie más.

—Por más que quiera, no puedo, Sam. Vivo para morir en sus manos.

—No seas tan ridículo, idiota — su voz se quebró—. Si esa… llega a acercarse a ti a hacerte tan solo un poco de daño, no dudes en que le cortaré el cuello.

Su comentario me sacó una sonrisa.

—Pensé que ahora eras una mujer de Dios.

—Faltaba más, pero me gusta jugar con el diablo y quemarme en el infierno es más placentero que rezarle a los santos — se separó de mí y acarició mi mejilla—. Olvídala.

—Es como pedirte que dejes de amar a Logan para que aceptes una vida a mi lado.

Sonrió, negando con la cabeza.

—Esa chica misteriosa de la cual solo sé su existencia es muy diferente a mi esposo. Ella no está aquí contigo y, en lugar de amarte como lo hace mi pastelito, ella te destruye poco a poco el alma. ¿Acaso no te das cuenta, Cavalli? Eres un muerto en vida.

—Ve a casa, ¿sí? Disfruta tus vacaciones con tu esposo e hija y esta criatura que viene en camino, que para eso han venido — dejé un beso en su frente—. Cuídate mucho.

—¿A dónde vas a ir? ¿Por qué no te quedas?

—Porque en esa casa hay un fantasma que me asecha día y noche. Antes de que pierda la razón por completo, debo irme.

—Seth…

—No llores — limpié sus lágrimas con suavidad—. ¿Te han dicho lo llorona que eres cuando estás en embarazo?

—Sí — asintió.

—Ve con tu esposo, yo estaré bien — escuchamos el motor de un auto acercarse y sonreí—. Aunque pasen los años, tu curita no deja de tenerme celos.

—¿Está todo bien? — Logan bajó del auto junto a Scarlett.

—Llévate a tu esposa.  No necesito un perro guardián cada segundo del día — subí al auto en el que Samantha había llegado y me marché antes de que lo impidieran.

Por más que quiera, no puedo huir de mi pasado. Mi Viola seguirá siendo lo mejor que me haya podido pasar en la vida y la más grande tortura que he soportado. No tengo ningún propósito en la vida, solo espero el momento en el que nos reencontremos y cumpla su promesa.

Conduje hasta que vi un club nocturno. Se notaba a simple vista que era un lugar donde las mujeres vendían cariño, pero eso no era lo que buscaba. Mientras hubiera alcohol, era más que suficiente para mí. Ninguna mujer es capaz de despertar los deseos en mi piel.

—Sr. Cavalli, no creo conveniente que entre a este lugar sin saber quién es dueño de este territorio — dijo uno de los hombres que me había seguido tan pronto se acercó al auto.

—Estamos en mi territorio, así que no tienes nada de qué preocuparte — miré el aviso fluorescente y sonreí—. Busca un poco de entretención. Mereces relajarte un poco esta noche.

—No puedo. La Sra. Samantha fue muy específica en sus órdenes.

—¿Ella es tu jefe?

—No, señor.

—Entonces no cuestiones mis órdenes.

—Lo siento, señor — bajó la cabeza.

Tan solo fue poner un pie fuera del auto para que dos mujeres voluptuosas se acercaran a nosotros. Las mujeres operadas nunca han sido de mi gusto, con tanto retoque que se han hecho, pierden su belleza natural.

—¿En qué los podemos ayudar, guapos? ¿Están buscando compañía por un rato o necesitan servicios más especiales?

—Tráeme una botella de grappa.

—Por supuesto — la rubia de labios voluminosos se acercó a mí—. ¿Deseas algo de compañía?

—No — le hice señas a Guido y él alejó a la mujer de mí.

—Bien — sonrió—. Entonces síganme por aquí.

Seguimos a las dos mujeres hasta el interior del club en completo silencio. Debo admitir que por dentro se veía mucho mejor que por fuera y de lo que imaginé. Aunque me sentía ansioso al estar rodeado de tantas personas, mujeres semidesnudas y una borda de hombres con la testosterona a mil, necesitaba calmar mis demonios con un par de copas. Necesitaba apagar su recuerdo de mi mente y de mi corazón por unos cuantos minutos.

Nos sentamos en una de las mesas vacías, esperando que la camarera trajera mi botella de licor.

—Diviértete. No hace falta que permanezcas toda la noche conmigo — le eché un corto vistazo a las chicas que se encontraban a nuestro alrededor—. Escoge la que más te guste.

—Realmente no hace falta, señor. Soy un hombre comprometido. Yo amo a mi esposa con mi ser y sería incapaz de fallarle.

—¿De verdad?

—Sí, señor.

Nos trajeron la botella de grappa junto a dos copitas y me apresuré a darle un largo trago directamente a la botella. La dulzura y la amargura se mezclaron en mi paladar a la perfección, recordándome una vez más el vacío de mi alma.

Esa ansiedad que estaba enloqueciendo mi corazón se apaciguó un poco conforme el licor fue deslizándose por mi garganta. Pero necesitaba un trago más fuerte, de ese modo podría intentar borrarla de mi mente una vez más sin ahogarme en sus recuerdos. Quizás hoy esté de suerte y pueda liberarme de ese fantasma que me asecha.

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