Debilidad

—Bebiendo desde tan temprano, ¿eh? — escuché un susurro detrás de mí y cerré los ojos—. Últimamente bebes de más.

Luego del cumpleaños de la princesa Scarlett, Samantha no ha dejado de venir a saber cómo me encuentro, si sigo vivo o ya morí encerrado en mi amargura y soledad.

—¿No tienes mejores cosas qué hacer?

—La verdad no.

—¿A qué has venido, Sam? ¿No deberías estar en casa, junto a tu esposo e hija? Además, estás embarazada. No te arriesgues al venir aquí.

—Soy cuidadosa, ¿o acaso ya no confías en mí?

—Siempre he confiado en ti, solo que ya no tienes que arriesgar tu vida cuando otras dependen de ti.

—Estaré bien, no tienes que ser tan extremista, Seth — se sentó a mi lado y apoyó su cabeza en mi hombro—. Nos iremos de vacaciones un par de días, ¿por qué no vienes con nosotros? No me gustaría regresar y encontrarme con tu sexi cadáver.

—No puedo irme. Sabes a la perfección que desde aquí dirijo todo.

—Viejo mentiroso, si son tus empleados quienes hacen tu trabajo. Tú solo te quedas aquí, bebiendo y fumando mientras tus bolsillos se llenan de dinero.

—No voy a ir.

—¿Por qué?

—Te estás pareciendo a tu esposo, ¿lo sabías? — la miré de reojo y sonrió—. Estoy por creer que me quieres inducir a una cita a ciegas. Ya te dije que no me interesa conocer a ninguna mujer.

—Podemos organizar una cita con un hombre — bromeó, encogiéndose de hombros—. Tú solo dime lo que quieres y te lo pongo sobre la mesa.

Guardé silencio, volviendo la vista a una de las pantallas de la habitación.

—No puedes darme lo que yo quiero.

—Todavía me pregunto qué tan importante es esa mujer. Han pasado quince años y sigues atado a su recuerdo.

—Es muy importante para mí — suspiré —. Es mi vida entera…

Samantha me hizo compañía un par de horas, sin ahondar en un tema que es tan importante y delicado para mí. Aunque hace unos años creí quererla, ahora solo me queda la gratitud de su amistad. Si no hubiera sido por ella, hace mucho habría desfallecido.

*

Samantha y Logan insistieron tanto que no tuve de otra opción que ir con ellos de vacaciones. Nunca debí haber aceptado sin antes preguntar a qué lugar iríamos.

Italia es mi hogar, el lugar que me vio nacer y morir. Hace mucho no venía y estar hoy aquí me trae un sinfín de recuerdos de mi Viola. Todo lo malo y lo bueno que viví junto a la mujer que he amado se quedó atrapado en el aire y ahora me golpea con una fuerza sobrenatural. El corazón lo sentía apretado en mi pecho y dolía como hace mucho no lo hace.

Había aceptado venir porque me dije a mí mismo que distraer mi mente y alejarme de ese fantasma sería lo mejor para tratar de olvidar, pero no tenía ni la menor idea de que vendríamos al lugar en el que nació y murió mi amor. Respirar este aire me transporta al pasado. No puedo evitar sentir la nostalgia. Siento deseos locos de ir a buscarla como en los viejos tiempos y traerla a nuestro lugar, pero sé que ella ya no estará para recibirme con sus brazos abiertos y una dulce sonrisa en sus labios.

—¿Todo bien? — inquirió Sam en cuanto bajamos del avión privado.

—Sí.

—¿Recuerdas que cuando me trajiste, me dijiste que podía quedarme con la casa una vez me casara?

—Lo recuerdo, pero el trato era si te casabas conmigo.

—Nunca hicimos semejante trato — soltó una risita—. Como ya estoy casada, ahora me pertenece.

—¿No tienes suficiente dinero para comprar una casa?

—Esta casa es como una hebra de tu cabello, una más del montón.

«Si en realidad supieras que fue en esta casa donde amé tanto hasta que perdí la razón y destruí mi propia vida, entenderías muchas cosas que no puedo explicar».

Miré la casa frente a mí y sonreí con mi corazón desgarrándose de dolor. En cada rincón de esta casa hay promesas sin cumplir que ahora solo vagan por los pasillos.

—Es una casa muy grande y hermosa — aludió Logan, con la pequeña Scarlett en sus brazos.

—Ven, te mostraré el jardín. Es precioso y enorme.

«Y mis rosas deben estar destruidas».

Samantha estaba tan emocionada que no dije nada para no arruinar el momento. Le hice la promesa hace años sin pensar, cuando creía que podía curar las heridas de su corazón y amarla con locura.

Se llevó a su esposo de la mano y los seguí a una distancia prudente y en completo silencio. Soy feliz al ver lo feliz que es ahora. Al fin tiene lo que un día destrozaron sin piedad. Logan es perfecto para ella, por más que sean de mundos muy diferentes, se complementan el uno al otro. Fueron creados para estar juntos.

Llegamos a la parte del jardín y mi corazón sintió gran dolor. La maleza las consumió por completo, al igual que el alto pastizal. Sin nadie quien cuidara de ellas, era normal que se marchitaran.

Me acerqué a uno de los arbustos donde antes las rosas se veían llenas de vidas y muy bonitas y suspiré. Debí quedarme a cuidarlas, después de todo, fue por ella que mi obsesión casi enfermiza surgió de la nada.

Violetta amaba las rosas y llenó el jardín de la que sería nuestra casa de ellas para que nunca hicieran falta, pero ya no queda nada más que malditos recuerdos que parecen no querer soltarme. Sin importar en el lugar que me encuentre, ella me persigue.

—Este lugar se ve muy diferente

—Puedo arreglar el jardín sin problema — dijo Logan.

—Déjalo como está — dejé en claro, antes de dar la vuelta y alejarme de ellos.

Abrí la puerta de la casa y entré a paso lento. Su risa, su voz, su pequeño y hermoso cuerpo, su desnudez, su mirada traviesa e inocente, su boca llamándome a probarla, sus descaradas insinuaciones para que la hiciera mía en cualquier espacio de la casa, su forma de amarme; todo su recuerdo me golpeó con la misma fuerza que posee un huracán destructivo.

Realmente no puedo permanecer en esta casa bajo su constante recuerdo. Mi padre me recalcó muchas veces que no podía demostrar las debilidades de mi humanidad, que debía atraparlas en mis manos y acabarlas hasta asegurarme que no quedara nada de ellas. Que no podía sobrevivir en este mundo si mostraba al mundo un ápice de debilidad y es así como funciona, entre más bastardo eres, mayor respeto y poder ganas. Pero Violetta es mi mayor debilidad, la única que es capaz de destruirme.

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