Calista
Miraba a través del ventanal con la mirada perdida en la ciudad, pensando en todo y en nada a la vez, en las duras decisiones que debía tomar para mantenerme a salvo. Para salvaguardar todo lo que mi esposo dejó en mis manos, él presentía que algo como esto podía ocurrir y se encargó de que toda propiedad a su nombre pasara al mío, nadie podría acceder a ellas si yo estaba viva.
Poco me importaba todo aquello, no tenía ningún valor para mi. Pero no iba a dejar que se salieran con la suya, que pensaran que matándolo iban a tener todo lo suyo, me encargaría de quitarles todo, de quitarles hasta los pensamientos y mandarlos directamente al infierno por haber tenido la osadía de cazarnos como si fuésemos unos putos animales.
—¿Has tomado una decisión? —preguntó Evan colocándose a mi lado, de reojo observé al mejor amigo de mi esposo, tenía una venda en su cabeza debido al golpe que recibió en el accidente. Hace una hora le dieron el alta y se encargó de darme todos los detalles