Capítulo 3

Calista

Mi padre se apresuró a saludar a los invitados seguidos de mi madre, con unas enormes sonrisas y una amabilidad que muy pocas veces mostraban, mi padre sólo lo hacía cuando cerraba grandes negocios.

—Es un placer tener a la familia Vasileiou en nuestro hogar, por favor siéntanse como en su casa —con su brazo señaló el living, la madre de los dos Vasileiou era una mujer hermosa y elegante, muy bien conservada para su edad.

Era conocida como una mujer egocéntrica, petulante y superficial. Para ella nadie estaba a la altura de sus hijos, pero por la manera aprobatoria en la que observaba a mi hermana parecía ser que eso cambiaría.

Con disimulo escanee al hombre que estrechaba la mano con mi padre en un saludo formal, a diferencia de los demás, este no sonreía y sólo permanecía con su rostro indiferente. Ni siquiera reparó en nosotras cuando pasó por nuestro lado, parecía ser que poco le importaba quien sería su próxima esposa.

—Supongo que mi abogado ya lo puso al tanto de la situación —volvió a hablar tomando asiento en uno de los sofás tomando distancia de su madre.

—Así es, de hecho, este era un acuerdo que su difunto abuelo y yo pensábamos llevar a cabo. Lamentablemente Bastian falleció antes de ver tan ansiada unión.

—¿Ansiada para quién, Argus? —preguntó la señora Vasileiou arqueando una de sus largas cejas.

—Tanto Bastian como yo, deseábamos ver a nuestras familias unidas. Es algo que nos conviene a todos, no sólo a mi.

Tomé asiento al lado de mi abuela, disimulando el disgusto de esta reunión. No quería estar aquí, este tipo de cosas me parecían de lo más odiosas. Mi abuela notó mi disgusto y apretó levemente mi pierna, como señal de apoyo.

Por alguna razón el nieto mayor del difunto Bastian no era de su agrado.

—En eso estoy de acuerdo —comentó por primera vez el hermano —Siendo claros, Aetos es el que más beneficiado saldrá, madre. No sólo recibirá gran parte de las acciones sino que desposará a la joya de Salónica y de toda Grecia.

De reojo vi él sonrojo de mi hermana ante el halago del hermano menor, Aetos y si madre no dijeron nada y sólo actuaron como si nadie hubiese dicho nada.

—La cena está servida —avisó la ama de llaves entrando a la sala y haciendo que todos nos pusiéramos de pie en cuanto la escuchamos.

—Adelante, por favor —padre señaló el camino al comedor, el cual se encontraba perfectamente acomodado para la ocasión.

Tomé asiento al lado de mi hermano, quién trataba de ocultar su mala cara, éramos muy parecidos en ese aspecto. No nos gustaba sentirnos inferiores y peor en nuestra casa.

Durante toda la cena permanecí en silencio, mirando la hora a cada nada y diciéndome a mi misma que tenía que llegar a tiempo a la fiesta, no podía faltar a una noche especial para mí amiga. Cuando terminamos y pasamos de nuevo al salón donde siguieron su conversación de negocios fue mi oportunidad para escabullirme a mi habitación.

Revisé mi celular viendo las tres llamadas perdidas de Cyrilla.

—¿Dónde estás, Calista? La fiesta ya comenzó y las chicas no dejan de preguntar a qué hora vendrás —fue lo primero que dijo en cuanto le devolví la llamada.

—En unos minutos estaré ahí, tuve unos asuntos que atender.

—Dime algo nuevo —casi pude verla rodando los ojos —asegúrate de llegar, no puedes hacerle el desplante a Dasha.

Corté la llamada apresurándome a vestirme, ya no había tiempo de cambiarme el make up, tomé mis tacones en las manos y en silencio subí a la terraza, ahí me los puse y bajé por escaleras que conectaban al jardín. Rodeé la casa sintiéndome como una adolescente escapándose de casa y asegurándose de no ser descubierta por ellos.

Subí a mi auto arrancando y apresurándome a salir de la propiedad, despreocupada por lo que sucedía en casa, mi presencia no era necesaria, a quien le darían a Aetos sería a mi hermana y lo dejaron muy en claro. El hombre ni siquiera me miró, y debo admitir que eso logró herir un poco mi ego.

«¿Cuál será su tipo?» porque evidentemente mi hermana tampoco lo era, lo que me llevaba a sudar de su sexualidad. Digo, cualquier heterosexual miraría a mi hermana, su presencia era difícil de obviara

«Quizás es gay»

No le di más vueltas al asunto y me concentré en la carretera siendo, en ese momento, mi único propósito llegar al club donde se encontraban mis amigas.

Al entrar al lugar iluminado por luces neones, la música alta inundó mis oídos, busqué la zona VIP tratando de no chocar tanto con los cuerpos sudorosos de la gente que se encontraba bailando en la pista, cuando puse un pie en la zona no me costó encontrar a mis amigas qué bailaban a gusto con unos stripers.

En cuanto me vieron me saludaron poniendo en mi mano un trago el cual no dude en beberlo de golpe, el líquido fuerte hizo arder mi garganta causándome placer con ello.

—Tardaste mucho —gritó Dasha dándome otro trago.

—Ya estoy aquí, es lo que importa.

—¡Si! ¡Ven a bailar con estos muchachones! —volvió a gritar soltando una carcajada mientras restregaba su trasero contra la pelvis de uno de los stripers.

Para hacer eso tendría que beber más alcohol, no había manera para que lo hiciera estando lúcida. Mis amigas se encargaron de alcoholizarme hasta que me vi bailando con los hombres, tocando sus abdómenes ceñidos contagiándome de las locuras de mis amigas y riéndome de cualquier estupidez que hicieran.

El ritmo de la música era bueno y daba para estar bailando contra la pelvis del hombre que sujetaba mis caderas, por momentos olvidaba que tenía novio y qué debía respetarlo. Pero para su mala suerte, bailar con otro no lo consideraba una infidelidad. Él lo hacía con otras y a mi no me molestaba en lo absoluto.

—Está es la Calista que nos gusta, la divertida.

Seguimos bailando y bebiendo hasta altas horas de la madrugada, al salir de la discoteca pagamos un taxi para que nos llevara a casa de Dasha, la cual era la que vivía más cerca.

—Fue una gran noche, ¡gracias chicas! ¡las amo! —dijo Dasha con la lengua enredada.

Con esfuerzo subimos las escaleras hasta entrar en la habitación más cercana, me lancé a la cama seguida de Cyrilla, con quien compartiría habitación esta noche. Entre risas nos acomodamos, no me costó mucho para quedarme dormida.

Muy pocas veces solía divertirme de esta manera, gran parte de mi tiempo estaba ocupada encargándome de negociar lo que a padre no le alcanzaba.

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