Capítulo 2

Calista

Volví a la empresa una hora antes que terminara la jornada, las redes estaban inundadas de la noticia de la muerte del señor Bastian. Lo conocí, solía visitar a mi abuela, eran grandes amigos. No me extrañaba la intención de querer unir ambas familias, eso nos llevaría a la cima colocándonos como una de las familias más adineradas del mundo.

De por si, ellos ya tenían su posición en esa lista. Uno de mis sueños siempre fue posicionar la mía ahí, pero tal parecía que no estaba en mi destino sino en el de mi hermana.

—Su hermano la está esperando en su oficina —me comunicó mi secretaria, desvié mi camino al piso de presidencia donde únicamente se encontraba su oficina y la de mi padre.

Toqué la puerta antes de entrar, estaba sumergido en muchos papeles y sólo medio levantó la cabeza para señalarme la silla delante de él.

—¿Para qué me necesitas?

—Estaba evaluando el plan que presentaste la semana pasada, papá y yo creemos que es algo innecesario y que requiere mucho gasto.

—Es una buena inversión a largo plazo, los empleados deben ser motivados para elevar su productividad —alegué molesta, no me gustaba que no aprobaran los planes que presentaba.

—No necesitamos tu empatía por los empleados —comentó con aspereza elevando mi malestar.

—¿Qué sugieres?

—Ten —me pasó un papel —es el presupuesto que te asigno para que hagas algo para la recreación de los empleados.

—Esto no me alcanza ni para la tercera parte de lo que quiero.

—Es eso o nada. Tú decides.

Me mordí la legua y terminé aceptándolo de mala gana. No me gustaba estar bajo las órdenes de nadie porque debía tragarme todo lo que tenía por decir y apegarme a las reglas, no debía protestarle a mi superior.

Salí de su oficina de mal humor regresando a la mía, tomándome el tiempo para diseñar algo de acuerdo al presupuesto otorgado.

—Señorita la solicitan con urgencia en el puerto, uno de los contenedores de vacío llevándose a otros en el trayecto. Es todo un desastre.

Me levanté de inmediato tomando mi bolso para salir de nuevo. Al llegar al lugar todo era un desastre, afortunadamente era equipo que sería embarcado hasta la próxima semana y las pérdidas serían cubiertas por el seguro.

Terminé agotada y para cuando llegué a casa sólo corrí a mi habitación para ducharme y cambiar mi vestimenta. El fiscal me citó en una hora y no podía faltar, la casa estaba vacía, seguramente ya se habían marchado para asistir al dichoso funeral.

Subí a mi auto conduciendo hasta el puerto donde ya se encontraban cargando la dichoso mercancía ilegal, unos tipos armados hasta los dientes vigilaban la zona asegurándose que no hubiera peligro. Era una pena que por mucho que me gustara el dinero y el poder no me atrevía a meterme en las ilegalidades, ya que esa gloria solía ser muy efímera.

—Confirmen sus posiciones —demandó el general a mi lado por medio de un intercomunicador. Cuando recibió las afirmaciones dio comienzo al operativo, incautando en menos tiempo del que creí las armas. Los tipos fueron arrestados así como ahora mismo lo hacían con el señor Giannakopoulos.

—Muchas gracias por su colaboración, señorita Athanasiou —me agradeció el fiscal que había permanecido a mi lado, asegurándose que la información que di fuera verídica.

—No quiero que mi empresa se vea involucrada —sentencié tensándome cuando uno de los tipos que esposaban me observaba de una forma asquerosa.

Mi belleza no pasaba desapercibida, aunque esta no fuera tan llamativa como la de Cristel, mi cabello lo traía corto, a penas y llegaba más abajo de la quijada, lo traía tintado en rubio. Y en lo que más me parecía a mi hermana era en la nariz, que era igual de perfilada. Mi piel era más clara y mis ojos eran una mezcla entre verde y castaño. A diferencia de ella mis labios eran más gruesos y mi cuerpo menos voluptuoso.

—Tiene mi palabra que no será así.

—Eso espero —contesté pasándole un pequeño maletín por su discreción, una vez terminado con ellos volví a casa que se encontraba igual de solitaria que cuando me fui.

Adonis ya no vivía aquí, tenía su propia casa al otro lado de la ciudad. Sólo Cristel y yo seguíamos en casa de mis padres, no me gustaba mucho la soledad y era por eso que prefería mantenerme aquí.

Salí a la terraza completamente abrigada, con una taza de chocolate humeante, la mirada se perdió viendo hacia el mar que sólo rugía con su oleaje. Me gustaba subir aquí para reflexionar, las mejores decisiones las había tomado aquí. Mis padres solían admirar mi inteligencia y astucia en los negocios, mi abuela decía que me parecía demasiado a mi padre en ese aspecto. Siempre pensando en el bienestar de la empresa y olvidándome de los asuntos más "esenciales" según ella.

Sonreí a medias recordando sus regaños.

"—Descuidas mucho tu vida amorosa, cuando estés igual de arrugada que yo te vas a arrepentir de no haberla disfrutado como debiste"

No era que la descuidara sino que con nadie sentía esa conexión que me hiciera querer más, solía tener novios para matar la soledad y llenar ese vacío. Nunca me he enamorado tan perdidamente como he escuchado las anécdotas de algunos, ninguno me ha despertado ese sentimiento de querer pasar mi vida a su lado. Suelo aburrirme de mis novios, quizá sea por ninguno logra entenderme como me gustaría.

A eso de la media noche regresé a mi habitación para dormir y descansar del ajetreado día. Más tranquila al haber arrancado de raíz el problema, no solía consultar esas cosas con mi padre por lo que no me preocupaba de su reacción cuando lo supiera.

A la mañana siguiente me levanté más temprano de lo que acostumbraba, debía asistir a mi cita con mi estilista para retocar mi cabello, de camino al lugar llamé a mi amiga Cyrilla para escuchar los planes de fin de semana.

—Hay un club que se acaba de inaugurar, ¡tenemos que ir! —chilló en mi oído

—Si, dile a las chicas y me cuentas lo que digan.

—De hecho fueron ellas las de la idea, sólo falta que tú confirmes.

—¿Y cuando decidieron eso? —pregunté bajándome del coche, un poco molesta por sentirme excluida de sus planes.

—La semana pasada. No te lo dijimos porque como siempre te mantienes muy ocupada.

—No importa. En fin, dime la hora y ahí estaré.

—¿No lo recuerdas, cierto?

—¿Recordar qué? —saludé con la mano a mi estilista y me acomodé en el sillón para que comenzara a hacer su trabajo, él ya sabía que hacer por lo que no era necesario darle instrucciones.

—Eso supuse —se rió poniéndome de mal humor —es la fiesta de despedida de soltera de Dasha.

«Lo olvidé»

—Con tanta cosa lo he olvidado.

—Lo sé, por cierto ya eres la única soltera en el grupo. ¿Para cuando la boda con Demetrius? —se rió sabiendo de antemano la respuesta.

—Te llamo después —decidí terminar la conversación porque no me gustaba el rumbo que estaba  tomando todo.

—Si, es obvia tu respuesta —se despidió de mi y cortó la llamada.

El día pasó normal, mis padres regresaron por la tarde y en la cena contaron lo sucedido. Mamá no paraba de hablar de los Vasileiou y de lo perfectos que eran.

—¿Por qué no hablas de lo antipsicóticos que son? Quieren casar a mi nieta con el insensible de Aetos, ese tipo ni siquiera derramó una lágrima por el hombre que lo crió como su hijo —comentó mi abuela destilando repudio al nieto mayor de su difunto amigo.

—No todos expresamos el dolor del mismo modo —comenté con cierta molestia por juzgar sin conocer el fondo de las cosas.

Mi abuela soltó un resoplido disgustada con mi comentario.

—Excusas, ni siquiera se le veía triste, tienen razón al catalogarlo como un insensible narcisista.

—Aetos sólo ve por su bien —añadió mi padre

—Ni siquiera volteó a mi dirección —Cristel hizo una mueca de molestia.

—Tal vez porque no andaba buscando una esposa en el funeral de su abuelo —solté una pequeña risita —les dije que no era la ocasión ideal para remover el trato con el difunto.

—Si, no fue sensato —mi padre me dio la razón —por cierto, cariño, al terminar pasas a mi despacho y me explicas lo que sucedió ayer.

—Si, en un momento te sigo —respondí viéndolo levantarse de la mesa e irse.

Terminé con mi postre para levantarme al mismo tiempo que mi hermano, caminó a mi lado por lo que supuse también quería saber lo qué pasó.

Al entrar al despacho pasé al mini bar para servirme algo.

—¿Qué fue lo que hizo Giannakopoulos para que terminara preso?

—Estaba robando mercancía y también utilizaba nuestros barcos para traficar armas. ¿Te imaginas lo que hubiese pasado sino lo descubro antes que la policía?

—Estuviéramos envueltos en un escándalo y las pérdidas serían muy grandes.

—Si, pero ya no hay peligro con ello.

—Una vez más demostrando que eres la mejor —mi hermano rodeó mis hombros con su brazo pegándome a él, ambos me mostraron esa sonrisa que me demostraba lo orgullosos que estaban.

—Es digna hija de su padre.

—Cabe recordar que aún le debemos el material perdido a los Vasileiou, si descubren lo qué pasó se enojarán mucho y terminan con todos los negocios que tenemos en común. Eso sería una gran pérdida a la que no podemos arriesgarnos.

—Y ahora sin el viejo Bastian no hay nadie que interfiera por nosotros. Su nieto ha demostrado lo poco que le interesa mantener nuestras familias unidas.

—Debes olvidar la propuesta del señor Bastian, no hay nada que hacer, padre.

—Si, un hecho lamentable.

Discutimos otros asuntos antes de ir a dormir, revisé mis redes sociales mirando las fotos que se tomó mi hermana en el funeral. Ni a los muertos respetaba.

Por la mañana fui despertada por el bullicio que se tenían abajo, en pijama y con la cara adormilada me asomé por la barandilla a preguntar que era lo que sucedía.

—Acaba de llegar un mensaje de parte del abogado de Bastian

—¿Te heredó algo?

—No —sonrió —algo mejor, el viejo es inteligente, debo decir.

Miré con gracia a mi hermana que parecía no caber de la felicidad.

—¿No me dirás?

—Aetos ha sido nombrado oficialmente como el presidente del emporio, tiene el cincuenta por ciento de todas las acciones pero Bastian le dejó estipulado que para conservar todo tiene que casarse con una de mis hijas —habló como si hubiese conseguido el negocio de su vida, Cristel se abrazó a su cintura actuando como una niña mimada al recibir uno de sus tantos capricho. 

—Vaya... eso es bueno —alcé mis cejas al reparar en un detalle —lo que no me agrada es que seamos ofrecidas como si fuésemos unas vacas o algo así.

—No lo veas por ese lado, ni te aflijas, tengo el presentimiento que elegirá a tu hermana.

Fingí una sonrisa asintiendo con la cabeza. Sabía que no era la más bonita pero tampoco era agradable que me lo dieran a entender a cada nada.

—Si, seguramente.

—Esta noche vendrán a cenar con su familia, no hagas planes, tenemos que recibirlos como se deben.

—Ya tengo planes, padre. Hoy es la fiesta de despedida de soltera de Dasha, no puedo perdérmelo.

—Bueno, te vas cuando la cena termine.

Solté un resoplido y asentí volviendo a mi habitación para tirarme en la cama y dormir unas horas más. Madre vino por mi para la hora del almuerzo, indicando que me apresurara y no demorara tanto en vestirme.

—Oye, futura novia —alcancé a mi hermana quien me sonrió —¿Te gusta ese hombre?

—Es guapo, demasiado, pero el tipo se ve bastante desabrido —hizo una mueca —también podría elegirte a ti.

—No, no lo creo.

—Me gusta la idea de casarme con él por la posición que le dará a nuestra familia, también porque es un hombre exquisito, no voy a negarlo.

—Ya, esperemos que si quiera casarse.

El día pasó demasiado rápido para mi gusto, de mala gana me encontraba buscando un atuendo que fuera perfecto para la ocasión, me decidí por un vestido blanco de cuello de tortuga que llegaba abajo de la rodilla, acompañado con unas botas de tacón negras que combinaban con la faja de Dolce & Gabbana.

Mi padre nos hizo juntarnos a todos en el recibidor para aguardas por nuestros invitados, el timbre sonó y la empleada se apresuró a abrir y dejar pasar a las tan ansiadas personas.

Primero entró una mujer entrada en años, esbelta y bien conservada para su edad, seguida de otro hombre al que distinguía como Egan, el hermano de Aetos. Eran un hombre elegante, alto y atractivo, con una sonrisa deslumbrante que podría hacer caer a cualquier mujer en sus encantos.

—Buenas noches —saludó el tercero en entrar con una voz profunda, ese tipo de voz masculina que pone las piernas de cualquiera a temblar. Y es que Aetos Vasileiou no sólo se destacaba por ser un titán de los negocios sino por su increíble atractivo.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo