Capítulo 4

—¡Calista! ¡Despierta! —sentí cómo movían mi cuerpo

—¿Está muerta? —se asustó una

—No seas estúpida, ¿no ves que está respirando? —me volvieron a mover abruptamente y se detuvieron hasta que abrí los ojos, aturdida miré los cuatro rostros que me observaban con atención.

—¿Qué pasa? —pregunté toda adormilada.

—Es tarde y tu hermano a venido por ti —informó Cyrilla

—¿Adonis? ¿Qué hace aquí? —pregunté confundida y levantándome de la cama sintiendo el terrible dolor en mi cabeza.

—Toma —Dasha me pasó un vaso con agua y una aspirina.

—¿Qué hora es? —recogí mis zapatos y miré a través de la ventana, de mañana no se veía.

—Las tres

Sin ánimos de caminar volví a sentarme en la cama, masajeándome las sienes como si eso aliviaría mi dolor.

—Vamos, no vaya a ser que Adonis suba a por ti.

Salí de la habitación seguida de mis amigas, hice una mueca cuando miré a mi hermano con su cara de amargado mirarme con desaprobación. Ni siquiera me dirigió la palabra y sólo tomó mi mano obligándome a caminar fuera de la casa.

—Sube —ordenó de mala gana abriendo la puerta del copiloto.

—No hables tan fuerte —me quejé subiendo al coche, pero a él poco le importó mi sufrimiento y azotó la puerta. No sabía porque su malhumor y ni cabeza tenía para pensar en ello.

—No puedo creer que actuaras como una niña berrinchuda anoche y te hayas largado a mitad de la cena.

—¿De qué hablas? —fruncí el celó confundida

—Anoche, te fuiste de casa sin siquiera despedirte de los invitados. Mamá estaba furiosa.

—Ni siquiera notaron mi ausencia, además, no era importante que estuviera ahí, la que se casará con Aetos será Cristel, no yo.

—Papá está molesto porque anoche ni siquiera tocaron el tema, el tal Aetos recibió una llamada y se alejó a contestarla, con quien tuvimos que llegar a un acuerdo fue con la madre, la señora Aricia Vasileiou.

—¿Y entonces por qué madre se molestó? —pregunté permaneciendo confundida, si todo había salido bien no entendía su malestar.

—Porque fue inadecuado que no te despidieras, fue de mal gusto según ella.

Hice una mueca restándole importancia, era una adulta y poco me interesaba lo que mis padres opinaran de mi actitud.

—¿Y tú por qué estás molesta?

—Sabes que odio que te comportes de esta manera, cualquiera diría que hiciste un berrinche porque no fuiste la hermana elegida. Te conozco, Calista y se muy bien de tu ambición a ser una mujer poderosa. Pero esta no es la salida, hazte de un nombre sola, no busques de un hombre para hacerlo ni tampoco mantengas la esperanza en padre. Él sólo te utiliza.

—Lo sé —murmuré sabiendo quien era en realidad Argus Athanasiou, conseguía grandes negocios a nombre de él y jamás me daba los créditos. Eran tres los conocidos de la familia, mi padre y mi hermano por estar al frente de la empresa y llevarla al éxito, acrecentando la fortuna y manteniéndonos como una de las familias más poderosas de Grecia. Mi hermana por poseer una belleza inigualable.

En cambio yo, sólo vivía bajo sus sombras. Manteniendo mi potencial bajo las sombras, beneficiando a que otros hagan crecer sus nombres a costa del mío.

—¿Qué hacen aquí? —fruncí el ceño cuando miré los mismos autos de anoche.

—Quedaron de jugar golf y discutir algunos asuntos de negocios, Aetos no está satisfecho con el servicio de las embarcaciones, ha perdido mucho y ya no las considera seguras, según él.

Solté un bufido saliendo del auto, caminé descalza sobre la acera con mis tacones en mano. Me apresuré a entrar y a subir los escalones, no quería que nadie me mirase en estas fachas y apestando a alcohol.

Me di un baño y me cambié de ropa por algo más casual, bajé a por una taza de café cargado para que se me bajara todo. Ni siquiera consideraba la idea de estar en medio de ellos, no tenía cabeza para soportar sus conversaciones de cómo intercambiaran a mi hermana por negocios.

—¿Donde están los invitados?

—En el jardín, cerca del estanque.

Asentí tomando la taza humeante y yéndome a la terraza, agradeciendo que no estuvieran ahí y tener mi lugar de paz para mi sola. Desde aquí se podían ver donde estaban, padre parecía conversar con el hermano menor mientras el otro se paseaba por el jardín con el teléfono en la oreja.

Mis ojos no pudieron evitar fijarse en él, se veía guapo vistiendo casual, con su cabello castaño perfectamente peinado, vistiendo unos jeans y una polo blanca. Por un momento nuestros miradas se encontraron, aún en la distancia, y lejos de lo que pensé el hombre no apartó la mirada, en su lugar me miró con curiosidad mientras yo seguía con mis ojos sobre él, no me intimidaba y realmente no me interesaba dejar de verle. Un hombre con su atractivo era difícil de dejar pasar por alto, le di un sorbo a mi café antes de apartarme e irme a sentar a uno de los cómodos sillones.

Matrimonio forzado o no, mi hermana tendría suerte de contemplar a semejante hombre todos los días, sin importar qué este fuera un témpano de hielo.

Cerré mis ojos disfrutando de la calidez de los ratos del sol, queriendo olvidar que mañana me esperaba un casado día de trabajo. Habían más problemas que tenía que solucionar y sólo esperaba que no fueran igual de graves que lo que ocurría en los barcos.

El sonido de unos pasos me hizo abrir los ojos y llevarme la sorpresa al encontrarme con la figura de Aetos a una poca distancia de mi.

—Lamento interrumpir su momento paz —su voz profunda me hizo erizar los bellos.

—No importa, pero me parece que se ha alejado un poco de donde debería estar.

Asintió paseando por el lugar y deteniéndose frente al mar, metiendo las manos en sus bolsillos y perdiendo su mirada en el azul del agua.

—Aquí parece más tranquilo, no es de mi agrado escuchar cómo todos suponen lo que debería hacer.

Relajé mi cuerpo y dejé de lado la taza, no comprendía a que se refería pero no me quejaba de estarle oyendo.

—¿Le molesta?

—¿Qué?

—El que estén arreglando su vida, que lo hayan privado de la libertad de escoger a la que debería ser su esposa —tensó la mandíbula y volteó a verme, fijando sus ojos en mi.

—Si, es conocimiento de todos que no hay mejor persona que yo para dirigir el Emporio. Bastian no debió ponerme estipulaciones para recibir lo que me he matado por hacerlo crecer.

Lmasz

Sonreí perdiendo la mirada en el suelo, conocía el sentimiento o al menos experimentaba algo similar.

—Es un poco injusto, ¿sabe las razones por la que hizo esto? Tal vez no lo vio en un futuro casándose.

Casi podía asegurar que atisbo de sonrisa se asomó en su seria expresión, me sentí más en confianza, me levanté de la silla y caminé hasta su lado, manteniendo siempre la distancia.

—Quizás no, pero seguía siendo mi decisión de hacerlo o no.

Aetos parecía una de las personas que no les gustaba ceder a las peticiones de los demás, no había que ser muy inteligentes para ver lo mucho que le molestaba estar aquí y realmente no lo podía culpar. En su lugar estaría igual o peor.

—Tiene razón, pero supongo que en el testamento no se estipuló que el matrimonio fuera para siempre —su reacción me hizo saber que no lo había pensado —no es tan malo como piensa, señor Vasileiou.

—¿Por qué me dice eso?

—Bueno, no me gustaría que mi hermana permaneciera siempre al lado de un hombre que no tiene la intención de amarla —fui sincera, Cristel esperaba demasiado de las personas y aunque en este caso estuviera el interés de por medio, nada le quitaría la decepción que se llevaría con el iceberg de su prometido.

—El testamento tampoco estipula con cuál hermana debo casarme —su mirada curiosa no se apartaba de mi, es como si estuviera poniendo a prueba, como si pensara que con esa respuesta me le ofrecería.

—Sería un tonto sino la eligiera a ella. Es una mujer hermosa e inteligente, ademas que fue a ella a quien padre le prometió a su abuelo para usted.

—Como lo dije antes, todos asumen las cosas sin siquiera oírme —se giró dispuesto a marcharse —fue un gusto conversar con usted, Calista.

Mis ojos casi brillaron al escucharlo soltar mi nombre, no recordaba haberme presentado y en definitiva jamás había tenido la oportunidad de conocerle hasta anoche.

—Conoce mi nombre.

—Se quien es y lo que significa para los Athanasiou.

Me quedé mirándole marcharse, era obvio que nos investigó antes de pisar un pie en Salónica. Sólo podría pensar que mi hermana no era tan afortunada después de todo, estaba atada a un hombre que acababa de demostrar que sólo hacía esto por la empresa y no como una oportunidad de conseguir una buena esposa.

Volví a sentarme para reflexionar un poco, pensando en qué hubiera hecho si estuviera en el lugar de mi hermana. Aunque la respuesta era muy sencilla, aprovecharía mi posición para salir de las sombras, a diferencia de Cristel a mi no me importaba conseguir el corazón de ningún hombre. Sólo pensaría en sacar mi propio beneficio, en trabajar para conseguir y sacarle el provecho a mi sacrificio.

Era una pena que ni siquiera fui una opción para padre o el señor Bastian.

Di una última mirada a donde se encontraban, padre junto a madre, Adonis conversaba animadamente con el hermano de Aetos, la madre de este mantenía conversaciones con los míos y Cristel trataba de llamar la atención del hombre que recién llegaba a la mesa.

Entré al interior de la casa caminando hasta mi habitación en busca de la laptop, debía avanzar en un nuevo proyecto para mejorar los puertos, en un sistema de tecnología mejor del que teníamos.

Tal vez esta era la razón por la que padre no quería soltarme, era una de los principales cerebros de la empresa y dejarme ir sería una gran pérdida, que le costaría millones.

Con recelo volví a acercarme a la ventana, saliendo al balcón y recostándome en el barandal viendo cómo jugaban golf, su definición de divertirse era muy singular, porque la postura de Aetos sólo decía que quería largarse de aquí. Una pena que padre no lo soltara y quizás ahora mismo sólo hablaba de los negocios que harían siendo ahora “familia”

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