Livy Clark— Abrí mis ojos buscando los sonidos que me atormentaron por horas. Sé que estaba soñando, pero mi garganta estaba seca, y yo sentía dolor. Tanto dolor. Toqué mi barriga y estaba todo tan quieto, tan frío. Mi cuerpo entero tembló. Perder a mi hijo sería como la muerte. Yo no podría soportar tanto dolor. ¡No este dolor!— Miré alrededor de la sala, pero yo estaba completamente sola. No había nadie allí, conmigo. Yo no tenía familia, y Juan estaba en el trabajo. ¿Pero de qué importaba? Al final, él no podría verme. Ni siquiera sabe que estoy aquí.— Estiré mi mano para tomar el agua, pero el dolor casi me mató.— ¡Oiga! —Alguien gritó caminando rápidamente en mi dirección—. Deje que yo lo tome para usted.— Aquel hombre gentil, siquiera dejó que yo sostuviera el vaso. Mientras el agua trataba de hidratar mi garganta, yo lo observaba. Su traje negro era lujoso, y yo tenía casi certeza de conocerlo de algún lugar.— ¿Dónde estoy? —Pregunté. Él sabía que yo estaba afligida por l
Hardin Holloway— Me senté en el sofá. Las cosas no estaban yendo bien. Tener a la señorita Clarke en mi casa fue la peor idea que tuve en los últimos tiempos. ¿Cómo podría confiar en que ella no era realmente una traidora? Aquella mujer había traicionado a su marido, y ni siquiera sabía de quién era aquella criatura... Aquella mujer me engañó una vez, y casi...— Respiré hondo, ingiriendo otra dosis de cualquier cosa que encontré encima de mi mostrador en la cocina mientras venía para la sala.— Miré alrededor. Las paredes vacías de este cuarto no me incomodaban. Eran mucho mejores que las fotos de la mansión que yo nunca conseguía arrancar de las paredes.— Yo sé, mi expresión cambió completamente mientras ella caminaba en mi dirección. Aquellos ojos inocentes estaban pegados a mi rostro conflictivo. Miré a la señorita Clarke y pensé que quienquiera que la haya embarazado, ciertamente había sido un hombre de mucha valentía.— Ella se sentó a mi lado, pero yo aún no había sido capaz
Hardin Holloway— Acababa de llegar del trabajo. Abrí la puerta de mi apartamento, e inmediatamente aquel olor casero invadió mis fosas nasales. Rápidamente, mi pecho comenzó a quemar. Aquella sensación de hogar acogedor no sucedía desde que mi madre había muerto cuando yo aún tenía 9 años de edad.— Mis pies parecían congelados en aquella sala, pero luego pude volver a andar. Yo conseguía escuchar cada sonido de las ollas en la cocina, y los ruidos de mis zapatos contra el suelo. Era como si todo estuviera tan agudizado y en cámara lenta que yo estuviera siendo transportado al pasado. Por dos segundos, yo me sentí un niño con su auge de la expectativa.— Expectativa...— Mis ojos no captaron una bella mujer de ojos verdes intensos en su vestido largo, moviendo las ollas con tanta elegancia que más parecía un arte. Mi visión era de una asistente fea, pero de ojos dulces y sonrisa inocente y tan... bonita. Yo solo estaba confundido, irritado, malhumorado, pero de alguna forma, encantad
— Mi sonrisa comenzó a deshacerse, mientras la de ella se establecía en su rostro. Yo ni siquiera conseguía verla fea. ¿Qué había de errado con mis ojos, al final? Parpadeé varias veces, mientras sus labios volvían a cantar, y ella revolvía cada armario nunca tocado en mi cocina. Empujé la silla y me levanté. Yo necesitaba descansar. Yo necesitaba salir de aquel ambiente, y dejar de pensar en las cosas que estaban surgiendo en mi mente. Yo con certeza necesitaba más librarme de la segunda parte.— Usted no se va a quedar para la cena.— Disculpe. Estoy demasiado cansado para eso ahora. Con permiso.— Yo sabía que ella quería continuar hablando, pero no podía quedarme. No de ese modo. Caminé hasta mi cuarto, mientras oía el suspiro de decepción detrás de mí. Era como si aquello me acompañara dentro de la cabeza. ¡Maldición! ¿Por qué resolví traer a esa mujer a mi casa? Meses sin contacto, y yo simplemente traje a Livy Clarke... Soy una broma. Yo ciertamente voy a volverme una, así que
Hardin Holloway— Pero yo no miré aquel plato. Yo simplemente no conseguía. Aquella maldita chica baja de ojos rasgados y vestido floreado en mi cocina había robado toda mi sanidad. Aquella niña fea y dulce que ya no parecía tan fea. Ella me encaraba, confusa, con su sonrisa amplia y linda, hasta que se deshizo cuando yo la toqué en la muñeca nuevamente. Pero yo lo hacía delicadamente, pasando las puntas de los dedos. Pero aquello no parecía suficiente cuando sentí el corazón palpitar. Yo quería más, y yo tendría más. Mi mano no esperó el permiso de mi cerebro para colocarse en la nuca de aquella mujer.— ¿Qué sucede? —Livy Clarke preguntó, mientras yo la sostenía firme. Yo podía notar cuánto se esforzaba para mantener el cuello arqueado hacia atrás. Los ojos de ella estaban muy abiertos, y a mí me encantaba aquello.— No lo sé... —Susurré.— Ella pareció haber encontrado gracioso cuando dije aquello, pero la confusión se estableció en aquel rostro, y una arruga se formó entre sus cej
Hardin Holloway— Me senté en la silla del escritorio, mientras intentaba, inútilmente, mantener mi atención en las cosas que Eliot me hablaba.— ¿Me está escuchando?— No, yo no estaba. Mi mente no paraba de rebobinar aquella maldita escena. ¿Qué me dio por hacer una cosa tan estúpida? Yo la necesitaba. La empresa necesitaba a Livy Clarke, y ahora, yo lo había arruinado todo. Aquella mujer me odia aún más.— Disculpe, ¿qué? —Pregunté—. ¿Puede repetir?— Eliot cerró la carpeta de papel pardo y me encaró. Sus cejas estaban alzadas, y él parecía aún más sorprendido—. ¿Qué le sucede?— Permanecí en silencio por algún tiempo, pero no conseguí mantener aquello. Yo necesitaba hablar. Sin que yo lo mirara, solté la bomba atrapada en mi cabeza—. Livy Clarke está viviendo en mi apartamento.— Entiendo... Livy... —Los ojos de él se abrieron mucho—. ¿El monstruo? —Eliot prácticamente saltó del sillón, apoyó ambas manos en la mesa, y me encaró con firmeza—. Por favor, no juegue conmigo así. ¡Díga
Hardin Holloway— Escondido detrás de una pilastra, yo me sentía absolutamente ridículo. Aquel hombre la tomó por la cintura ligeramente redondeada, mientras abría la puerta del taxi. La señorita Clarke le sonrió cuando entró. Aquel intercambio de miradas estaba comenzando a irritarme. Yo debería estar en una reunión de negocios, y no aquí, escondido como un idiota, intentando descubrir el motivo para que una mujer fea no deseara a un hombre como yo.— Aquel chico podía ser bonito, pero ni de lejos la merecía. No es que la belleza de ella fuera lo relevante, pero la señorita Clarke ciertamente merece a alguien mejor... ¿Pero quién sería mejor? Yo reí de mí mismo, cuando percibí la payasada que armé para mí mismo. Era obvio que yo solo estaba obsesionado. No había motivo alguno para amar a alguien como ella.— Pero aquel taxi partió, y yo lancé la maldita carpeta en el asiento del coche y entré. Estaba conduciendo, e intentando mantener distancia a toda costa. Parecía la tarea más impo
Hardin Holloway— Su sonrisa se forzó en su rostro. Yo sabía que ella estaba temblando, y no paraba de mover sus manos una contra la otra. Mis ojos acompañaban cada movimiento, y solo desviaron cuando ella pasó los dedos por su barriga. Ella no tenía que recordármelo en aquel momento... Yo ya estaba lo suficientemente nervioso.— Juan... Él es mi jefe.— Los ojos de él se abrieron mucho, como si él comprendiera algo. Su mano se alzó hacia mí, y yo la tomé firme. A la señorita Clarke podía agradarle él, pero aquel hombre apretaba mi mano como una jovencita.— Mucho gusto, jefe de mí...— Yo lo corté antes de que finalmente lo dijera. Lo sé, fue un error—. Mi nombre es Hardin...— Aquel hombre me miró como si estuviera intentando entender lo que yo acababa de decir—. Mucho gusto, señor Hardin. —Yo conseguía notar la decepción en sus ojos. Yo sabía qué había algo errado allí. ¿Aquel hombre estaba celoso? ¿Qué pensaría él si supiera sobre el beso?— Si me disculpa, tengo que irme ahora. —