Eric Sanders no era un hombre impaciente, pero esa tarde marcó con el pie la alfombra más veces de las que podía contar.
Cuando escuchó el leve golpe en la puerta, ya sabía que era él. No necesitaba mirar.
—Entra —ordenó sin levantar la vista.
El investigador lo obedeció. Mismo abrigo, misma mirada directa, mismo silencio eficiente.
—Hable —dijo Eric, finalmente alzando los ojos.
—Tengo lo primero que pidió.
Extendió un sobre, más delgado de lo que Eric esperaba. Lo tomó, lo abrió con los dedos firmes y comenzó a leer. No había más de cinco páginas, pero cada línea era una bala en la sien.
—¿Divorcio en proceso? —leyó en voz baja, entrecerrando los ojos.
—Así es. Abel Rodríguez hizo la demanda de divorcio hace poco, pero aún no hay respuesta de parte de su esposa. Todo indica que no será de mutuo acuerdo, al parecer ella aún no tiene abogados. Mientras que él está muy preparado.
Eric se echó a reír con un sonido cínico, como si acabara de oír el peor chiste del año.
—Por supuesto que