LUCIEN BLACKWELL
Salí de ahí, intentando consolar a la pequeña panterita que lloraba llena de melancolía. No era la clase de llanto por hambre o por frío, era una tristeza profunda, de esa que sale del corazón. La pequeña dejaba caer unas pesadas lágrimas por sus regordetas mejillas, cuando decidí sacar mi teléfono y llamar a Carter.
Antes de que mi ayudante me contestara, escuché los disparos dentro de la habitación. Era demasiado para decir que Damián mató a cada médico con una bala en la cabeza, algo me decía que había descargado un poco de ese odio que llevaba en su corazón, pero no lo suficiente.
Entonces entró la llamada:
—¡Dime que