Con mi pequeño en brazos, camino hacia la casa de los Delacroix, mostrándome ruborizada, por lo que puede pasar con Alessandro. Suspirando profundo me acerco a sus padres, quienes ven una película de su época, en la televisión.
— Disculpen, ¿puedo pedirles un favor? — digo con el pequeño profundamente dormido.
— Claro que cuidaremos a Asher. Ve tranquila — dice Gabriela tomando a mi hijo.
— ¿Cómo…?
— Es evidente lo que quieres, me aseguraré de no bajar a menos que sea estrictamente necesario. — dice ella en tono burlón y yo me marcho tan avergonzada como vine o quizás, más.
La vergüenza me invade y yo pienso en marcharme a mi habitación y fingir que nada sucedió. Pero, cuando quiero reaccionar, tengo mi mano encima del pomo de una puerta que no es la de mi habitación.
— ¿Qué haces aquí, Kim? — me pregunto entrando al lugar y de inmediato, la puerta de cierra detrás de mí, haciendo que yo gire el rostro para ver porque se cerró.
— Quieres lo mismo que yo. — susurra Alessandro.
— ¿Qué